Por Valeria Lugosi* / Foto: Pussy Riot
Rebeca Lane en Guatemala, Diana Avella en Colombia, Sara Hebe en Argentina o Jezzy P en México; representantes de un movimiento musical mundial necesario para plantarnos frente al patriarcado.
El movimiento Riot Grrrl es una pieza fundamental en el feminismo mundial, un manifiesto punk necesario para plantarnos frente al eterno patriarcado. La música siempre fue un medio útil para lograr que el mensaje llegue a más personas. El objetivo está claro y parece utópico, pero también se sabe que la unión hace a la fuerza.
Janis Joplin fue la precursora en expresar estas ideas. Dentro del movimiento hippie de finales de los sesenta, ella fue la imagen de la libertad femenina. Patti Smith siguió sus pasos, sobre el final de la década siguiente, transformando su poesía en canción. De lo hippie hacia el punk, ellas dejaron una huella perfecta para que las mujeres cambiaran la realidad.
A mediados de los ochenta apareció en el under estadounidense la banda Pussy Galore. Tres discos y un puñado de EPs fueron suficientes para marcar los cimientos del Riot Grrrl en Washington para siempre. Termino siendo una banda de culto, apreciada más a la distancia que en aquel momento.
“Las chicas inventaron el punk rock, no Inglaterra”, dice una remera icónica que usó en los noventa Kim Gordon, integrante de Sonic Youth. Con la inminente revolución de Nirvana, todo estaba a punto de estallar. En ese momento Kathleen Hanna y Tobi Vail, futuras, eran dos fanzineras que militaban el feminismo y la libertad en sus fotocopias. En sintonía, estaban Molly Neuman y Allison Wolfe, integrantes de Bratmobile. Se conocieron, vieron que iban por el mismo camino y entre las cuatro armaron el fanzine “Riot Grrrls!”, el puntapié inicial de la revolución feminista como movimiento.
En parelelo, algunos hombres de la escena se sumaron. Los muchachos de Fugazi fueron los primeros en armar fechas con Bratmobile y Bikini Kill. Llegaron a tocar en la puerta de la Casa Blanca. Además, Ian McKaye, el motor del under de Washington hasta el día de hoy, editó a través de su sello Dischord Records a Bikini Kill y a Slunt 6, otra banda feminista integrada por la ex Bratmobile, Christina Billotte. Sin embargo, el hombre feminista más famoso fue Kurt Cobain. En ese momento, el salía con Tobi Vail. Su amistad con Kathleen era tal que fue ella quien, a través de un graffiti, bautizó la canción que marcó una década: “Smells like teen spirit”. Por otro lado, Nirvana en su visita a Buenos Aires trajo como teloneras a las Calamity Jane, una banda de chicas punk con algunos tintes grunge característicos de la época. El público argentino las agredió y, en respuesta a esto, Cobain amagó toda la noche con tocar “Smells like teen spirit”, a modo de protesta.
En la misma línea del Riot Grrrl, a mediados de los noventa y también en Washington, surge Sleater-Kinney, que en 2015 regresó a los escenarios y con disco nuevo. Tal vez reconozcas a Carrie Brownstein, guitarrista de la banda y actualmente actriz de la serie Portlandia. Las Sleater-Kinney iban a la misma escuela secundaria que las Bikini Kill. Por otro lado, Hole también apareció en ese momento, militando las mismas ideas pero en una forma menos política y más desprolija. A las Riot Grrrl nunca les cerró la idea de Hole como parte de este movimiento. Tal vez esta desconfianza surja porque Courtney Love le pegó a Kathleen Hanna, mientras miraba a Sonic Youth en el Lollapalooza 95. Kim Gordon también dejo su marca feminista con Free Kitten, una banda que tenía junto a Julie Cafritz, integrante de los históricos Pussy Galore.
Sin embargo, en Latinoamerica también había un movimiento naciente. En Argentina, She Devils marcó el terreno. En sus canciones hablaban de anarquía y feminismo. En 1997, hicieron un Split con Fun People que se llamó “El aborto ilegal asesina mi libertad”. Hacían punk porque en ese momento era contracultural (¿lo sigue siendo?).
A partir del quiebre social del 2001, la cumbia se transformó en el hogar de esa contracultura que supo ser punk, ese espacio que la ‘gente bien’ considera molesta. Es por eso que sus integrantes mutaron e iniciaron una nueva banda de cumbia, llamada Kumbia Queers. En Brasil, el riot grrrl empezó a aparecer en 1982, de la mano de Mercenárias. Durante los noventa, Dominatrix encabezó el movimiento de ese país. Las acompañaron otras bandas como Bulimia y Menstruação Anarquika. Actualmente, Anti-Corpos, una banda de lésbica feminista de hardcore, es quien sigue llevando la bandera.
Hoy por hoy, el machismo sigue en todos las lados. La búsqueda de la igualdad femenina ya es un tema cotidiano, pero no alcanza con eso. Todavía falta. Un claro ejemplo de esto es el caso de las Pussy Riot, un colectivo ruso feminista. En 2012, tres de sus integrantes fueron encarceladas luego de un recital improvisado en el altar de la Catedral de Cristo Salvador de Moscú. Las acusaron de vandalismo por exponer sus ideas. Jamás se resistieron ante las autoridades y, ya en la cárcel y cumpliendo los dos años de condena, no pararon.
En Latinoamérica, la lucha y la unión es doble. Hay muchas chicas que alzan su voz a través del rap, y en sus líneas resumen todo el pensamiento feminista. Tal vez sea porque junto a la cumbia son el ritmo de la calle, la contracultura actual. Algunas de ellas son: Rebeca Lane (Guatemala); Diana Avella (Colombia); Sara Hebe (Argentina); Caye Cayejera (Ecuador); Anarkia Ruiz (Venezuela); Belona MC (Chile); Danay Suarez (Cuba) y Jezzy P (Mexico).
El objetivo sigue siendo el mismo que en los sesenta. Janis Joplin buscaba esto, Patti Smith buscaba esto. Somos feministas porque es necesario. No tenemos opción. Hay que levantar nuestras palabras, nuestro manifiesto, en camino a la verdad libertad.
*artículo originalmente publicado en Ni groupies ni musas