Séptima entrega de la encuesta a escritores argentinos sobre el vínculo entre literatura y política. Hoy nos responde Mario Castells*.
1) ¿Considerás que tus búsquedas literarias, tanto al escribir como al leer, se corresponden con búsquedas políticas de algún tipo? ¿Por qué?
No por resumir la cuestión a una mera consigna, me jacto de ser parte de la minoría socialista que brega por lo que Lenin definió en una acotada frase: “que la estética sea la ética del futuro”. Este mandato se enlaza a un axioma de Literatura y Revolución, libro con el que Lev Davidovitch me marcó a fuego: “Rehacer el mundo de los sentimientos que han sido absorbidos desde la infancia, es el trabajo interior más difícil que puede haber. No todo el mundo es capaz de ello. Por eso hay tanta gente en el mundo que piensa como revolucionario y siente como filisteo”. Siguiendo a Lenin y Trotsky, todo mi desempeño en el campo de la creación artística pasa por fundir la subjetividad personal con la conciencia histórica y social, la imaginación creadora con la pasión moral. Como verán, la referencia de la historia a la razón es determinante para mí, y en el campo del arte, ambas a la estética del realismo. Me reconozco como un realista empedernido. Un enamorado recalcitrante de la realidad, como decía de sí Augusto Roa Bastos. Aún de la realidad simbólica. Obviamente no considero la razón como algo acabado, como una teleología objetiva que se manifiesta en la naturaleza o en la historia, ni como una simple capacidad subjetiva. Como escritor que no puede trabajar la materia de lo imaginario sino a partir de la realidad, reniego ceder ante los valores de una ética tan alienada como la del progresismo con sus taras ideológicas. La autentica obra literaria vale por la fuerza de verdad que emana de la energía social que la forja. Un ejemplo extremo de esto mismo lo vemos en la obra de un escritor ultraderechista y nihilista como Louis-Ferdinand Céline al que leemos con fruición. Creo en ese sentido que el mejor elogio que le han hecho a mi novelita ha sido el de Bartomeu Meliá que supo leerla magistralmente.
2) ¿La literatura argentina actual ofrece o intenta ofrecer respuestas e intervenciones sobre problemas y acontecimientos de la Argentina contemporánea? ¿En qué casos y de qué modos?
No creo que la literatura argentina actual intente ofrecer respuestas sobre problemas y acontecimientos de la Argentina contemporánea. No creo tampoco que deba esperarse respuestas políticas de textos literarios. Por lo antedicho y porque creo que la política, como señalaba Daniel Bensaïd, no se disuelve en la ética ni en la estética. A todo esto, por si ya no hubiéramos tenido suficiente, ahora los que más joden, lamentablemente, con estas cuestiones son los repositores del poder cultural, los posautonomistas. La respuesta de estos tipos es el chiste fácil o algo peor. Pura charlatanería. Calculo, por otra parte, que toda verdadera obra de arte interpela a la realidad y al poder. Toda la que me ha nutrido al menos; pero nunca he buscado respuestas a problemas políticos en sus páginas. Solo para nombrar algunos escritores y textos (no me acoto a la Argentina, no puedo acotarme de ninguna manera) tenemos los ejemplos de Vidas secas, de Graciliano Ramos, Yo el Supremo, de Augusto Roa Bastos, Pedro Páramo, Juan Rulfo, Gran sertón, veredas, de Joao Guimaraes Rosa, El astillero, de Juan Carlos Onetti, El zorro de arriba, el zorro de abajo, de José María Arguedas, El limonero real, de Juan José Saer, Los albañiles, de Vicente Leñero, Los días terrenales, del Pepe Revueltas, La autobiografía de Fidel Castro, de Norberto Fuentes, etc.
3) En esta línea de pensar vínculos posibles entre política y literatura, ¿qué autores nacionales rescatas o están entre tus lecturas?
Si tengo que nombrar a escritores que me interesan desde las perspectivas trazadas, obviamente debo extenderme a otros marcos que los de la literatura argentina. Me gusta jugar con la idea de que en caso de llegar al socialismo en la región derrumbaremos algunas fronteras y nos fusionaremos, no desde el centralismo burocrático en que se forjaron los proyectos revolucionarios independentistas sino, al contrario, en un gran proyecto pluricultural y multilingüe. Los escritores que me interesan en ese sentido son algunos “transculturadores”, como los definió Ángel Rama y otros que si bien no lo son, como Juan José Saer o Haroldo Conti, se abisman en el misterio americano con un afán admirable. Así, empiezo a enumerar, por ejemplo: Rafael Barrett y Horacio Quiroga, precursores, Graciliano Ramos, Augusto Céspedes, Augusto Roa Bastos, Joao Guimaraes Rosa, José María Arguedas, Juan Rulfo, Manuel Scorza y Vicente Leñero. Corriéndome de mis intereses principales remarco mi admiración por una novela gran realista, pantagruélica, como El traductor, de Salvador Benesdra, la cual creo que, hasta en sus errores y exageraciones, es un texto extraordinario. Otro andarivel por el que se plasman mis intereses literarios está en la literatura de expresión guaraní del Paraguay. Ellos son, y aporto apenas un par de nombres: Narciso Ramón Colmán, Julio Correa, Emiliano R. Fernández, Carlos Martínez Gamba, Ramón Silva, Tadeo Zarratea, Miguelángel Meza, etc.
* Escritor, traductor y poeta. Forma parte del Centro de Estudios de América Latina Contemporánea de la Universidad Nacional de Rosario (CEALC-UNR) y del Grupo de Estudios Sociales sobre Paraguay (GESP-UBA). Ha publicado “Rafael Barrett, el humanismo libertario en el Paraguay de la era liberal”, (en colaboración con Carlos Castells), Rosario: CEALC-UNR, 2010; el poemario “Fiscal de Sangre”, (firmado con el heterónimo Juan Ignacio Cabrera), Colectivo Editorial “La Pulga Renga”, Rosario, 2011; y “El mosto y la queresa”, novela ganadora del Premio Provincial de nouvelle “Ciudad de Rosario”, EMR, 2012.