Por Leandro Albani, desde Kurdistán. Primera nota de la crónica de viaje en las montañas del kurdistán y el diálogo con militantes de la guerrilla del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).
La ciudad de Sulaimaniyah arde durante el día abrazada por el sol. El único momento de respiro es la madrugada, pero todavía así la pesadez del aire golpea y agota. Sulaimaniyah está ubicada a dos horas de Erbil (Hewler, en kurdo), capital del Kurdistán iraquí, región del país gobernada por Mesoud Barzani luego que Estados Unidos derrocara al régimen de Sadam Hussein.
En toda la zona del norte de Irak, la presencia del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) se viene desarrollando desde la década del ochenta y tuvo su avance definitivo a mediados de los noventa. En la actualidad, su fuerza radica en las montañas de Kandil, un vasto espacio de cerca de 50 mil kilómetros cuadrados que dobla en tamaño a Israel.
Finalizada la Primera Guerra Mundial, las potencias occidentales dividieron Medio Oriente a su conveniencia y el pueblo kurdo, presente desde siempre en la región, no obtuvo un Estado. La nación kurda se reparte entre Irak, Siria, Turquía e Irán, en la Mesopotamia de Medio Oriente, entre los ríos Eúfrates y Tigris. La población kurda, que abarca más de 40 millones de personas, vive en un suelo codiciado por muchos: más del 70% del petróleo iraquí se encuentra en esa zona, como también buena parte de las reservas del crudo de Irán. En los casos de Siria y Turquía, el 100% de las reservas petroleras se ubican en suelo kurdo, a lo que hay que sumar que en la Mesopotamia está la totalidad del agua dulce de la región y es la zona más importante en agricultura y explotación de minerales.
En la madrugada, cuando Sulamaniyah todavía duerme, nos trasladamos hacia las montañas de Kandil, que se elevan entre rocas y tierra seca. La ruta es un zigzag que trepa laderas y luego cae abruptamente hacia valles cortados por arroyos pedregosos y de agua transparente, que tienen su origen en el río Tigris. El paisaje es todo aridez: árboles de hojas secas, polvareda permanente y poblados humildes y espaciados donde el ritmo de la vida trascurre lento y tranquilo. Esos pueblos son parte de la fuerza que el PKK supo construir en más de cuatro décadas de lucha política y guerrillera.
Hace más de tres horas que viajamos. Cruzamos varios controles militares. Algunos soldados responden al gobierno autónomo de Barzani y otros al Ejecutivo central iraquí de Celal Talabani. Ambos dirigentes son kurdos y han tenido marcados enfrentamientos por llegar al poder. Los dos, aseguran desde el PKK, responden a Estados Unidos y a Turquía. Y ninguno de ellos tiene capacidad para controlar las zonas donde la guerrilla kurda demuestra su presencia.
“Llegamos a tierra libre”, dice Mehmet Alí, antropólogo y periodista kurdo que me acompaña. Dos guerrilleros, fusiles Kalashnikov al hombro, nos piden que detengamos el auto. Bajamos y uno de ellos no duda en decirme “Bienvenido”. “Nos estaban esperando”, apunta Mehmet entre sonrisas, mientras saluda y comienza a conversar.
Seguimos unos kilómetros y entramos por un camino de tierra lateral. Una casa sencilla se levanta al filo de una hondonada. Es el lugar en el cual debemos esperar hasta que nos recojan para llevarnos a lo profundo de las montañas. Nos reciben combatientes y enseguida preparan el desayuno: pan, té, queso salado, tomates, pepinos y yogurt natural. Somos diez personas alrededor de una mesa ubicada bajo un techo de madera, las montañas de fondo y el viento caliente que pega de frente.
Kawa es kurdo nacido en Siria, lleva veintiún años en la guerrilla del PKK y no vacila cuando dice que “donde la lucha me llame voy a estar”. En los combates perdió un pie, dejó de lado afectos personales y vio morir a muchos de sus compañeros, pero se siente orgulloso de las decisiones que tomó. Ingresó al partido en su juventud porque en aquellos años de represión “buscábamos una salida y en el PKK encontré ese lugar”.
Cuando le pregunto sobre la actualidad de Siria -donde la guerrilla mantiene un fuerte control en el norte-, Kawa explica que en ese país existen “múltiples nacionalidades, pero ninguna vive en libertad”. El PKK siempre fue aliado y a su vez un duro crítico del gobierno del presidente Bashar Al Assad -y de la anterior administración de su padre, Hafez-. Debido a la crisis interna acordaron con el Ejecutivo la autonomía en el norte, donde el PKK trasladó cincuenta mil guerrilleros para defender la región. La guerrilla kurda asumió la defensa integral de la zona, por lo cual los ataques de mercenarios y Al Qaeda han recrudecido, dejando a cientos de civiles muertos. Mientras los combatientes del PKK repelen las incursiones de mercenarios y terroristas, no dejan de impulsar el confederalismo democrático, ideología que rige al partido basada en la construcción de comunas y con un origen marxista, que derivó en una síntesis entre esa teoría y el socialismo comunitario, además de rescatar la cultura originaria de la nación kurda. En Occidente, la ideología del PKK se podría explicar como un resumen entre el marxismo y el anarquismo.
“En todas las regiones que controlamos buscamos la ética política, la solidaridad y construir un sistema alternativo”, dice Kawa, que sostiene una mirada tranquila y sólo levanta la voz cuando afirma de forma categórica. El funcionamiento de las unidades del PKK, según Kawa, varía según la región donde están asentadas. En Turquía es donde la tranquilidad no existe y “nunca hay un sitio estable porque el enemigo ataca continuamente”, dice Kawa. A través de los años, el Estado turco se ha convertido en el principal represor del pueblo kurdo, no solamente de la guerrilla, sino también de la casi totalidad de los 25 millones de kurdos que habitan ese país. En Turquía, como guerrilleros “tenemos una manera particular de caminar, sentarnos, dormir, porque vivimos en una guerra permanente”, recuerda Kawa. Aunque los combates pueden repetirse de manera continua, la principal actividad que desarrollan en un territorio hostil “es la formación política. Siempre estudiamos escritos del presidente Ocalan y analizamos el sistema que combatimos”, señala.
Abdullah Ocalan será un nombre repetido en el Kurdistán iraquí. Fundador del PKK, teórico principal del confederalismo democrático y líder guerrillero, fue secuestrado por la CIA y el Mossad en Sudáfrica en 1999 y desde entonces se encuentra preso en la isla de Imrali, donde funciona una base militar de Turquía. Ocalan es el único prisionero en el lugar, totalmente incomunicado y sin acceder a una defensa justa para su proceso.
Antes de despedirnos, Kawa me pide comentar algo más que considera fundamental para entender la lucha que llevan adelante hace más de 40 años. En el PKK, desde su fundación en 1978, se implementó como práctica principal “la crítica y autocrítica, además del análisis, porque la lucha también es con nosotros mismos, para así romper con la influencia del colonialismo y del sistema capitalista”.