Por Trabajadoras de la educación de Newken[i] en resistencia
Newken lleva casi 40 días de paro de trabajadoras y trabajadores de la educación. En una de las provincias con la mayor renta, proveniente de los hidrocarburos, el sueldo docente inicial está por debajo de la línea de pobreza, mientras se subvenciona la educación privada y la garrafa social parece un bien en extinción. Una lucha de las trabajadoras en defensa de la vida digna.
Vivir en Newken es vivir en una provincia de profundas contradicciones.
Una provincia gobernada desde hace casi 60 años por el MPN (Movimiento Popular Neuquino), un partido provincial de corte conservador y feudal, sin alternancia de ningún tipo, ni siquiera durante los años de la dictadura.
Una provincia con uno de los yacimientos de mayor rentabilidad en el mercado de hidrocarburos no convencionales: Vaca Muerta, que genera ingresos inimaginables para la provincia y, por ende, alianzas políticas criminales en todos los niveles de gobierno. Los informes ambientales denuncian altos grados de explotación y contaminación de suelos, aire y ríos. Este proyecto económico, tan rentable para unos pocos avasalla a las comunidades mapuce en sus territorios ancestrales trayendo muerte y destrucción para toda la población.
Una provincia productora de electricidad, gas y petróleo en la que la gente hace cola para acceder a la garrafa social, a los planes sociales, o ante una oferta de empleo precarizado.
Vivimos en una provincia donde el índice de pobreza supera el 25% y el salario de una maestra que recién se inicia hoy no supera los 15.000 pesos. Es decir, está debajo de la línea de pobreza.
Este contexto provincial no se entiende por fuera de las políticas nacionales de ajuste y precarización de la clase trabajadora, que afectan especialmente a las “mujeres”, que en los sindicatos docentes representan alrededor del 80% del sector. Ni tampoco se entiende por fuera de las políticas represivas necesarias para mantener ese ajuste, que en la Patagonia se traducen en la construcción del enemigo interno declarándola “la zona de mayor conflictividad social”.
También vivimos en una provincia de diversas formas de la resistencia: desde las comunidades mapuce hasta las fábricas recuperadas, las Madres de Plaza de Mayo – filial Alto Valle, el sindicato de las y los trabajadores de la educación, que hace 11 años se vio atravesado por el fusilamiento público de Carlos Fuentealba, cuyos responsables políticos aún están libres e impunes. Tan impunes como para presentar su candidatura a las próximas elecciones para gobernador. Tan impunes como para ser parte del Ministerio de Seguridad del gobierno nacional.
El sindicato ATEN (Asociación de Trabajadoras y Trabajadores de la Educación de Neuquén) este año lleva adelante una huelga que hoy alcanza los 37 días de paro, con un alto grado de acatamiento. El pliego de reivindicaciones va desde el aumento salarial, pasando por el reclamo para que se aumenten las partidas de refrigerio (hoy de poco más de 2 pesos por niñx por día), el pedido de transporte para que lxs niñxs de las zonas rurales puedan llegar a las escuelas, calefacción, techos que no se lluevan, que se quiten los subsidios a las escuelas privadas, en una férrea defensa de la educación pública como un derecho social.
En estos casi 40 días de huelga, como históricamente lo viene haciendo, este sindicato tomó sus decisiones en asambleas con la presencia de miles de compañeras y compañeros, que además garantizaron el desarrollo de las innumerables actividades que se llevaron cabo: desde bloqueos a la casa de gobierno y organismos públicos, volanteadas en calles y rutas, marchas multitudinarias por las ciudades de la provincia, escraches a los funcionarios en todos los actos oficiales. Esta forma del paro activo nos permite encontrarnos, construir y debatir ideas, analizar la realidad, generar lazos solidarios y creativos, organizar fondos de huelga para resistir los descuentos a nuestros salarios (que en algunos casos alcanzaron el 40%), remar por el río en defensa de la educación pública, organizar ferias, festivales, peñas, murgas y bailes populares, realizar clases públicas donde debatimos ideas, analizamos el contexto local y nacional, para seguir construyendo prácticas colectivas que abren los debates, y cuestionan incluso los posicionamientos de las dirigencias.
Somos las mismas maestras las que hacemos tortas fritas en la vereda del consejo provincial de educación para sumar al fondo de huelga, las que organizamos el piquete y cortamos las rutas, y las que debatimos en una asamblea.
Somos las mismas maestras sostén de hogar las que construimos otros modos de hacer política, las que ante la precarización brutal de estos tiempos que corren inventamos otras formas de los vínculos y la materialidad de la vida, las que construimos estrategias de afectividades no neoliberales, las que hacemos estallar las paredes del aula potenciando el encuentro con otras y otros: encuentros que permitan aumentar las posibilidades del hacer y del pensar.
Sólo la lucha traerá justicia. Y justicia, para nosotras y nosotros, es que todas las vidas sean dignas de ser vividas.
[i] “Neuquen” escrito en mapuzugun