Por Francisco Farina / Foto por Gustavo Pantano
Otro de los elementos novedosos del balotaje fue el discurso de uno de los tres presidenciables de Cambiemos, Mauricio Macri. Los guiños a las políticas kirchneristas y la necesidad de aggiornar un discurso vacío para disputar el 9 de agosto.
El clima en el bunker del PRO no era el mejor. La victoria holgada de Larreta, esperada por Macri para cosechar un triunfo que proyectara su candidatura presidencial, quedó en la nada. El PRO tuvo su caudal más bajo de toda su historia en un balotaje.
En 2007 Mauricio Macri consiguió el 60,9% de los votos y superó a Filmus, que había logrado el 39,4%; en 2011 Macri alcanzó el 64,3% frente al 35,8%. En esta ocasión, la diferencia apenas llegó a los 3 puntos, con el 51,6% para Horacio Rodríguez Larreta y 48,4% para Martín Lousteau. Estos números representan 860.802 y 806.057 votos para el PRO y ECO, respectivamente. Apenas una diferencia de 54.000 votos.
Con esa diferencia ajustada, y tras el llamado de Lousteau, el candidato del PRO salió a dar la noticia. Fiel a lo que lo caracterizó en toda la campaña, Larreta no dijo nada sustancial, no habló de proyectos políticos ni de proyectos a secas, apenas sobre algunas cuestiones genéricas. También en sintonía con las últimas semanas, Diego Santilli fue algo más sustancial en su alocución, aunque sólo dio pie para el discurso de Mauricio Macri, líder nacional del PRO, que cerraba la jornada con un giro: un volantazo.
Macri insistió con la búsqueda de “una política distinta”, donde ahondó en consignas vacías y políticamente correctas. Pero la cosa empezó a ponerse buena cuando Macri recogió una agenda que no le es propia, a la cual no dio respuesta durante su gestión y donde parece radicar este giro: se refirió a las necesidades más sentidas de la población y a políticas impulsadas por el kichnerismo.
El giro K
“En un país tan rico como la Argentina, es inaceptable la pobreza”. Hasta ahí era de esperar. Pero Macri sorprendió con una afirmación contundente: “Hay que reconocer que, en estos años, en algunas cosas se ha avanzado mucho, no podemos volver atrás”, sentenció. Y agregó: “Por eso la Asignación Universal por Hijo es un derecho, no es un regalo”. La gente aplaudió y Mauricio explicó que piensan hacerla Ley para que ningún gobierno la pueda sacar. Sobre los 14 millones de pobres anunció que “va a ser la primer prioridad de nuestro gobierno terminar con la pobreza en la Argentina”, aunque sin especificar con qué medidas fuera a lograrlo.
Cuando se refirió a la “igualdad de oportunidades”, prometió una educación pública de calidad. Un tema sensible en la Ciudad, ya que fue uno de los grandes déficit de su gestión, en el que este año 5.000 niños y niñas no consiguieron sus vacantes en tiempo y forma, donde bajó el presupuesto a la educación y se propusieron “aulas conteiner”.
El macrismo, tras el cachetazo porteño, reconfigura su estrategia de cara a las tres semanas que los separan de las PASO nacionales. El mensaje fue claro en el horizonte de ampliar el electorado y de federalizar un poco su campaña. También con la necesidad de desligarse del discurso kirchnerista que lo posiciona en el lugar de la continuación de los noventa.
Es así que a mitad de su discurso afirmó: “Durante décadas hemos vivido entre gobiernos irresponsables y ajustes económicos que tantas angustias nos han traído, y además nos dicen que hay dos alternativas: o privatizar mal como en los 90 o administrar pésimo como en los 2.000, y eso es falso. Eso es absolutamente falso”. Acto seguido, se refirió a Aerolíneas Argentinas para expresar que “seguirá siendo estatal, pero bien administrada”. En ese momento algo del clima se empezó a dividir y se escucharon aplausos, pero también algunos abucheos y chiflidos de sus propios seguidores.
“YPF seguirá manejada por el Estado”… una pausa mal usada por el orador y el desconcierto apresurado trajo abucheos más generalizados mientras María Eugenia Vidal y Diego Santilli aplaudían rápidamente para acompañar las palabras de Mauricio. “La YPF que ellos privatizaron y que ahora confiscaron violando la Constitución Nacional y trayéndonos mucho descrédito frente a todo el mundo”, y convocó a recuperar la soberanía energética.
Pero hay aún más: “Las jubilaciones seguirán en manos del ANSES, pero el ANSES no será más una herramienta para la política partidaria”. Luego el todavía procesado por escuchas ilegales llamó a acabar “con la persecución a quien piensa diferente” y terminar con la concentración de poder. Después llamó a darse la mano, caminar juntos y “construir esa Argentina que soñamos”. Y sí, bailó, pero poco.
Los cachetazos no tardaron en llegar. El discurso estatizador y benevolente con el kirchnerismo despertó algunas controversias. La editorial del Diario La Nación no tardó en llamarle la atención y trató de enfocarlo; los funcionarios K se burlaron e ironizaron al respecto. Y también emergió una paradoja, el candidato K, Daniel Scioli, tuvo cámara en el canal TN para distanciarse de Macri y criticarlo: un tirón de orejas para el niño mimado del Grupo Clarín y una demostración de que puede ser relegado del primer lugar de los amigos del establishment.
Queda una línea más de análisis a las claras del discurso de Macri de ayer. Hoy tras 12 años de gestión kirchnerista, las opciones –abrumadoramente conservadoras– que se pelean los primeros puestos en las elecciones de octubre entendieron que el diálogo no es a la derecha del kirchnerismo. Por el contrario, la valoración a medidas impulsadas por el kichnerismo busca interpelar a un votante que se ha manifestado crítico a las privatizaciones, que cuestiona la década menemista y que ha votado al FPV por medidas como la AUH o por políticas redistributivas.
Y aquí es donde hay que recordar que la derecha del siglo XXI no es menemista ni privatizadora, sino que puede ubicarse en otra franja donde los globos amarillos y la ola naranja encuentran puntos en común para “recuperar lo hecho” y hablarle a la población.
Si parte del kirchnerismo ha buscado polarizar con Macri, con algún recuerdo de polos derecha-izquierda, eso ha quedado en el tintero. Ni Macri representa a la derecha clásica (al menos en lo discursivo, que es materia de análisis en esta nota) ni Scioli puede arrogarse ser vocero de esa “izquierda kirchnerista”. Naranja y amarillo muestran similitudes. También diferencias. Pero ese es otro cantar.