Francisco J. Cantamutto
Luego de la corta pero intensa visita a la ciudad Suiza, sede del Foro Económico Mundial, el Gerente de la Nación volvió lleno de promesas de inversiones.
El Foro Económico Mundial -o Foro de Davos- es una fundación creada en 1971 para congregar a lo más selecto del poder económico y político del mundo entero. Celebra anualmente una reunión en el Monte de Davos, en Suiza, donde se encuentran los líderes gubernamentales y empresariales para discutir sus proyectos comunes. Si bien es apenas uno de los espacios de coordinación, sin dudas ha tenido un gran peso en la forma concreta que tomó el neoliberalismo, como el proceso de reformas de apertura y desregulación normalmente llamado “globalización”. Por este motivo fue foco de las protestas de altermundistas y antiglobalización, motivo por el cual durante el siglo XXI ha impedido el acceso a la ciudad de participantes no acreditados, exacerbando su carácter elitista y excluyente. Como reacción a este espacio, buscando reunir movimientos y organizaciones contrahegemónicas surgió por esos años el Foro Social Mundial.
En 12 años de gobierno, Néstor y Cristina Kirchner evitaron asistir a Davos, siendo el último presidente argentino en asistir Eduardo Duhalde. En tres días de la semana pasada, Macri, que ya había asistido el año previo como jefe de gobierno porteño, buscó compensar esa ausencia participando de una intensa serie de reuniones. Trajo consigo varios anuncios relevantes, que aún tienen más de deseo que de realidad, pero que confirman el rumbo liberal que su gobierno ha representado casi sin fisuras en el mes y medio que lleva en funciones.
Allí dialogó con los primeros ministros de Reino Unido (David Cameron), de Israel (Benjamin Netanyahu), de Francia (Manuel Valls) y de Holanda (Mark Rutte), con los presidentes de México (Enrique Peña Nieto) y de Suiza (Johann Schneider-Ammann) y el vicepresidente de Estados Unidos (Joseph Biden). Con ellos buscó alinear una agenda internacional, dando cuenta de sus prioridades de cancillería, ligadas a integrarse subordinadamente con esas economías. Como parte de esta política exterior, Macri se mostró como la cara de un cambio más amplio, regional, de mayor integración con esas potencias. Por eso, el único representante latinoamericano con el que se reunió fue Peña Nieto, cuyo país tiene un tratado de libre comercio con Estados Unidos y forma parte de la Alianza del Pacífico.
Para terminar de comprender la idea de región del Gerente de la Nación, es de notar que remató anunciando su ausencia en el próximo encuentro de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). ¿Su excusa? La fisura de costilla provocada por jugar con su hija, que llamativamente no le impidió ir a este Foro. La verdad es que quiere evitar otra ronda de vergüenza luego de los planteos de la canciller venezolana, Delcy Rodríguez, por sus declaraciones injerencistas. Allí en Davos, se levantó de golpe en una entrevista cuando el periodista Alejandro Bercovich le comparó sus declaraciones respecto del político venezolano Leopoldo López con el caso de Milagro Sala, presa sin juicio. Macri no quiere dar explicaciones de sus dislates, sino repartir sonrisas: todo lo que entrometa la verdad es un problema.
Pero las potencias no son sólo políticas, sino también económicas, por lo que Macri salió a mendigar recursos. Entre otros, se reunió con los CEO de Coca Cola, Dow Chemicals, Renault-Nissan, Shell, Google, Mitsubishi, Total, Microsoft, Facebook y Virgin. Las primeras cuatro comprometieron inversiones concretas, que sumadas a promesas vagas del resto, sumarían 20.000 millones de dólares. Sin embargo, estos negocios no son sólo un apretón de manos de representantes: son un apretón de condiciones de vida para nosotros. Las empresas petroleras están interesadas en explotar reservas fósiles no convencionales, incrementando la presión ambiental. Las empresas de tecnologías buscan aprovechar la fuerza de trabajo calificada de bajo costo.
De conjunto, todas valoraron “las reglas de juego claras”, que traducido significa un gobierno sin ambigüedades: que las juegue todas a favor de sus intereses. Esto es lo que Macri prometió, y para hacerlo creíble, mostró sus logros de un mes y medio de gestión: devaluación y aumento de tarifas sin incrementos salariales, apertura comercial (eliminación de DJAI, de retenciones a las exportaciones) y liberalización financiera (desaparición de los controles de cambios). Todo esto en el curso de unos días, una velocidad desconocida para cualquier gobierno previo. Además, pudo mostrar su plantel de gerentes en el gabinete, dando cuenta de para quién gobierna. “Reglas claras” para estos capitalistas es equivalente a “aquí no queremos conceder nada” al pueblo trabajador.
Mientras los proyectos de inversión toman forma, el gobierno no se mantuvo perezoso. La ruta de la deuda externa fue retomada en las últimas semanas, cuando anunció la venta de bonos del Banco Central a la banca privada. Macri logró que Biden prometiera dejar de trabar los préstamos de organismos internacionales de crédito, que Estados Unidos impide desde 2011. Desconocemos por qué motivo quiere tomar nueva deuda Macri, pero sabemos que para ello, se comprometió a una revisión de las cuentas nacionales por parte del FMI, el polémico artículo 4 de su estatuto. Esta auditoría no se realiza desde que Kirchner pagó la deuda con el organismo, y el INDEC fue intervenido. Resulta por demás intrigante qué cuentas mostrará, dado que el INDEC no está publicando información ni parece que lo vaya a hacer en los próximos meses. Prat Gay, por su parte, anunció que en el curso de la semana acercará una propuesta concreta de pago a los fondos buitres en Nueva York. El muchacho de la banca Morgan no se anda con vueltas: hay que pagar hasta lo ilegal. Vale resaltar que las deudas en litigio más las que podrían reclamar pagos similares suman 20.000 millones de dólares, lo mismo que se prometió en inversiones. Es decir, en caso de concretarse esos proyectos, las divisas ingresadas se irían para pagar una deuda ilegal e ilegítima, siendo escasos los beneficios para el país. Ese es el mentado regreso al mercado de crédito.
Como vemos, el Gerente de la Nación Macri volvió de Davos lleno de promesas, y todas ellas beneficiosas para los capitalistas más poderosos. Cuando el presidente habla de “desideologizar las relaciones” no está engañando. Lo que busca explicar es que sólo mantendrá relaciones con aquellos que comparten su ideología, quitando esa variable del medio de otras relaciones. Neoliberalismo, ese es el nombre de su juego, ahora remozado en un más jovial neodesarrollismo, que no trastoca ninguna de las bases de su nombre previo. En su nombre, sólo un mes y medio le ha tomado introducir por shock una cantidad enorme de retrocesos sociales y económicos.