Por Alejo Mellino. Acerca de Sonidos de una fiesta ajena. Antología personal, de Daniel Freidemberg. Buenos Aires, Ruinas Circulares, 2012. 115 págs.
El subtítulo “antología personal” no es de menor importancia, porque en las relaciones que traman los distintos poemas se configura un poemario autónomo, otra trama que aporta una renovada luz.
Este nuevo espacio, combinado con el espesor temporal, pone de manifiesto una dimensión cronotópica. La fiesta, nombrada en el título, es un cronotopo, esa relación espacio-temporal postulada por Mijaíl Bajtín que permite abordar cuatridimensionalmente la expresión literaria y focalizar: en la fiesta (dónde y cuándo conjuntamente).
Sin embargo, no se trata de acudir a previsibles topoi o cronías, en tanto se habla de una “fiesta ajena”, lo que mienta una otredad inscripta en estos poemas insistentemente: “Yo era el viajero que llegó a la estación/ y se pregunta si ha bajado en la muerte./ Era extranjero de todas la cosas/ disimulaba, pensaba en volver./ Olor concreto a materia en el aire,/ mil pensamientos es torno de todo”; a fin de tentar, con la extrañeza a cuestas, la posibilidad de entrever el par presencia/ ausencia, como si la posibilidad de nombrar y re-presentar estuviera siempre puesta en entredicho, al reafirmar la conciencia de lo opaco: “no con palabras,/ sino con sombra de palabras, filtraciones”.
Lo material -intensificado en la mención de “cosas”- afinca en objetos diversos cuya carga de significación debe afrontarse al hurgar en el lenguaje. Pero al mismo tiempo, la percepción afinada de los objetos da cuenta de una actitud epifánica, es decir, el poeta no cede en la atención, como en espera de la revelación que pueda proveer cualquier elemento por nimio que sea, de ahí el desencadenamiento de una reflexión: “La historia está por empezar, los temas/ contra esa escena se apelmazan/ y no hay tristeza ni alegría especialmente, no hay/ sino formas durando” (“Como la moneda tirada en la calle”).
Semejanza en la búsqueda, en términos contundentes y acotados que retornan, disparidades en cuanto a la disposición en la página, a los ritmos, a la extensión de los versos, otro contraste se arma en este poemario como un contrapunto entre versos largos y breves y hasta pautados con números (romanos) y meses: “Y algo en el viento, ¿cenizas? No, un/ Resonar de la noche/ contra la luz/ las paredes de luz/ de la luz. O sí, cenizas, sí, cenizas, cenizas (“Mayo XX).
Además de los ecos de otras voces poéticas que poco ostensibles resuenan o se entretejen en los versos (cenizas en el viento, atrás dijo el pájaro, etc.), los fervores entran en tensión con las austeras constataciones del mundo, lo cual en clave poética no son desde luego meras referencias, sino transmutaciones de aquello aparentemente habitual, que resignificado en la poesía provee y remarca la ilusión de lo externo, que no es así ni realidad segura ni correspondencia transparente entre palabra y cosa.
Erigidos contra esas postulaciones que intentan socavar la dimensión de la palabra poética, los poemas de Freidemberg apuntan (en el desasosiego, en la duda, en la deceptividad, en la soterrada pasión) a la palabra plena, potenciada en todos sus componentes. En clave de interrogante van hacia lo externo -el afuera y sus incitaciones para lanzar alguna cuestionante afirmación –valga el oxímoron-: “aves negruzcas (dos palomas) en la reja/ se asustan y salen volando./ No hay conclusiones: algo estaba y ya no” (“Marchando en el río del tiempo, el tránsito”).
Una palabra se bifurca o trifurca como los lagrimales de Vallejo, y aun más se plurifurca, adensada: “Y quellos seis/ puntos negros en/ el muro, son/ marcas de balazos/ aunque parezcan las aves/ volando sobre un cielo gris” (“Eso que trata de cruzar la calle”).
Se trata de una expresión de estridencia asordinada entre los silencios, que prefiere la lítote a la hipérbole y ancla en la reticencia, en aquello que “enciende al corazón y lo refrena” diría Garcilaso. El predominio de lo acotado, reafirma el temor de que se deslice una palabra extemporánea o sobrante, más bien se trata aquí de evitar un mero alineamiento de términos para enfatizar el hecho doble de ser elegido por las palabras y elegirlas. Esta poesía reclama el habla pero rehúye de facilismos encriptados en el decir cotidiano, la disposición en la página y la sintaxis lo demuestran.
Lo real, su insistencia, es punto fundamental en la poesía de Freidemberg. Lo real clama y reclama, el poeta raigal, en tanto se asume como quien fabrica, trabaja con las palabras, en ardua labor hasta asomarse al límite de lo indecible. El resto, es literatura.
De ahí que Nicolás Rosa ante estos poemas de Freidemberg haya lanzado en su momento una pregunta incesante y por lo mismo, reiterada: ¿Cómo enunciar lo real? En la mejor tradición, Rosa y Freidemberg nos llevan a dialogar con Juan José Saer, el poeta de la narración.
“Por la memoria van caballos”, dice Freidemberg en “El mago”, los aludidos cascos no dejan de remitir a la martiana afirmación “Ven mi caballo que te encinchen quieren…” el tono fuerte del cubano halla su contrapartida en el verso entre constatativo y reflexivo (una metáfora) que provee y promueve la memoria en indicios como puntas de iceberg de lo que no se dice pero claramente se insinúa con desesperación por hurtar al olvido lo que parece desaparecer. En tono que recuerda poemas de Urondo, no sólo se convoca, sino que también se afirma “amigos”, ¿cuáles? La incerteza de una respuesta confluye con la posibilidad de algo que “haga fondo al caos”.
Caos como fondo que se toca, evidencias de sombras y voces que acompañan. Difícil empresa la que esta poesía se plantea sin ceder. En tanto es “lo espeso real” lo que incidente sigue convocando a proferir, esto es, a enviar, transportar hacia un delante que no deja de estar preñado de pasado. La palabra nombra con dificultad lo ausente e irreductiblemente pretérito, pero a la vez sabe que debe insistir por su propia impulsión y sentido, en buscar, entre escombros, roturas, lo que el gran poeta (referencia primordial para Freidemberg) entre preguntaba y afirmaba: “Cuál mi explicación/ esto me lacera de tempranía”).