Por Cezary Novek
Una lectura sobre La grafa, primera novela de Claudia Sobico, publicada por Alto Pogo en 2015.
De construcción fragmentaria y realista, La grafa aborda la cotidianeidad de una familia trabajadora desde la perspectiva de una niña, que es testigo de los vaivenes económicos y sociales de su tiempo a través de las conversaciones que registra su óptica inocente. En toda la historia se respira una nostalgia peronista, de barrio obrero y modernidad plena.
La voz es solitaria y algo melancólica. Hay muchos personajes que pueblan la trama, muchos tíos con sus respectivas historias que se entrelazan en el túnel del recuerdo. La fábrica a la que se alude en el título nunca aparece. Todas las noticias que tenemos sobre lo que sucede en La grafa las recibimos en la casa de la protagonista, a través de las escuchas infantiles y los comentarios cazados al vuelo, a veces de forma involuntaria.
Tiene un ritmo de escritura muy parejo que convierte la lectura en una experiencia amena y veloz. La novela está compuesta por capítulos breves, casi microrrelatos de relativa autonomía pero con fondo común. Lo autobiográfico –aunque esté basado en testimonio ajeno, lo es de alguna manera– aparece tamizado por el filtro de la reescritura y corrección en fino, que no admite palabras de sobra.
Los diálogos y la trama no importan tanto como la atmósfera, la recreación de ese particular aire que se respiraba en un hogar obrero cualquiera de la década del ’50. La ilusión e ingenuidad de la voz narradora están bien logrados y se complementan con la historia para transmitir de forma adecuada el optimismo que caracterizó los sueños de ascenso social y prosperidad de las familias trabajadoras de la Argentina de mediados del siglo XX.
El olor y la textura de la materia prima textil, de la ropa de trabajo, es casi palpable. Esta reconstrucción del relato familiar hurga en lo más profundo del inconsciente para luego tomar distancia y tratar de cristalizar ese recuerdo de la manera más objetiva para el lector. El relato político se mezcla todo el tiempo con la historia pero sin asfixiarla, logrando un equilibrio que pocas veces se encuentra en la literatura realista y que, en palabras de Alejandra Zina –que escribió la contratapa– encarna el lado áspero del recuerdo: aquel de las tensiones, trampas y hostilidades.
*Claudia Sobico nació en Buenos Aires en 1973. Realizó el profesorado de Inglés en el Profesorado Joaquín V. González. Trabaja en Lenguas Modernas, Facultad de Filosofía y Letras. Realizó un taller de escritura con Julián López. Además de La Grafa (Alto Pogo, 2015), editó en 2016 el poemario Venus en el acuario (Qué diría Victor Hugo?, 2016)