Por Emmanuel Gentile/ Fotos por Laura Salomé Canteros
El Colectivo de Trabajadores y Trabajadoras de Prensa acaba de lanzar el primer libro de su nuevo sello editorial: “Diez ironías sobre la libertad de expresión”, donde se debate sobre la necesidad de recuperar el poder de la palabra, hoy en manos de unos pocos empresarios y el Estado, para una comunicación popular que alcance también a los medios masivos.
Como lectores y lectoras, televidentes y radioescuchas que somos nos preguntamos muchas veces desde qué lugar nos hablan aquellos y aquellas que nos transmiten las noticias. Si nos cuentan todo, si piensan realmente lo que escriben, lo que dicen, si definen libremente qué es una noticia y qué no, o si simplemente responden sin miramientos a una directiva editorial incluso opuesta a sus propias convicciones e intereses.
A su vez, quienes elegimos hacer periodismo nos hemos encontrado, por múltiples razones, con serias dificultades a la hora de desarrollar nuestra profesión tal como la soñamos: en forma libre y con una perspectiva de cambio. En palabras de Rodolfo Walsh, para la gran mayoría uno de los máximos referentes en la materia, si no logramos torcer esas dificultades, lo que estamos haciendo entonces como periodistas no es más que “una farsa”.
El Colectivo de Trabajadores y Trabajadoras de Prensa (CTP) presentó el pasado jueves el libro Diez ironías sobre la libertad de expresión, primera publicación de un nuevo sello editorial dirigido por los integrantes de esa organización gremial que “pretende promover debates sobre el quehacer periodístico”, según definieron sus propios impulsores.
El libro consta de 10 ensayos escritos por periodistas y comunicadores/as de distintos medios, tanto hegemónicos y comerciales como alternativos y populares, que vuelcan sus reflexiones acerca de las tensiones y contradicciones que aparecen en el desarrollo del oficio en torno a la disputa de la línea editorial y la construcción de sentido.
El lanzamiento del primer trabajo publicado por CTP ediciones tuvo lugar en la sede del Sindicato de Trabajadores del Subte (AGTSyP), en Carlos Calvo 2363, Capital Federal, y contó con la participación de cuatro de sus autores, quienes brindaron sus impresiones acerca del nuevo libro y de algunas de las preguntas que plantea, entre ellas una que aparece como central: ¿qué vínculos existen entre la organización gremial de base y la posibilidad de disputar las líneas editoriales que definen los patrones?
Para Tomás Eliaschev, militante del Frente Popular Darío Santillán y periodista del Grupo 23, esa discusión estuvo planteada desde los inicios del Colectivo de Trabajadores y Trabajadoras de Prensa, que lo tuvieron como miembro fundador, allá por el 2007.
“Trabajamos en medios de comunicación, pero estamos disconformes con lo que sucede, con cómo nos tratan nuestros jefes, con cómo nos tratan los empresarios, y con el periodismo que se hace. Empezamos a relacionar esas dos cuestiones desde el principio: cuánto tiene que ver nuestro derecho sindical con nuestra libertad de expresión. Esa fue la marca más distintiva del nacimiento del CTP”, rememora Eliaschev.
Si bien reconoce que los primeros pasos de la organización que integra tuvieron que ver principalmente con reivindicaciones sindicales y con forjar “lazos de solidaridad en un ámbito donde se promueve el individualismo”, Tomás está convencido de que la discusión con los patrones no debe limitarse a la cuestión gremial. “Nosotros queremos que nos paguen bien, pero no para escribir cualquier cosa. Queremos trabajar en medios de comunicación que cumplan un rol social adecuado a los intereses de las grandes mayorías, a defender las causas que consideramos nobles y justas. Desde esa posición nos encontramos con que los medios se transformaron cada vez más en plataformas de lobby para los intereses de los dueños de esos medios, a los que lo único que les interesa es hacer negocios. Hay una sensación de disconformidad en las redacciones no ya solo con la cuestión salarial, sino con los contenidos”, sostiene el hijo del recordado periodista Pepe Eliaschev.
Si bien desde sus comienzos en la red Indymedia está muy ligado a los medios alternativos, como ex trabajador de los diarios Popular y Perfil conoce a la perfección el clima de las grandes redacciones. “La gran masa que realiza tareas periodísticas no se encuentra satisfecha en los lugares donde trabaja. Siente que algo raro pasa. Que hay apatía. Porque el tipo que tenés arriba lo que más le preocupa no es generar un cambio con la noticia que publiques, poder denunciar una injusticia y que se revierta, sino que lo que le importa es no tener quilombo, poder irse tranquilo y no joder a los intereses del patrón. Incluso van más allá en la censura que los propios patrones. Queremos dar esa batalla, y ese es nuestro desafío”, señaló el flamante secretario de Derechos Humanos del nuevo Sindicato de Prensa de Buenos Aires (Sipreba).
A su turno, Romina Ruffato, periodista y trabajadora de Radio Nacional con una vasta experiencia también en medios gráficos como Página/12 o Perfil, ahondó sobre la situación de los medios dominantes respecto a la cobertura de noticias de géneros, tema que trata en uno de los capítulos del libro junto a Laura Salomé Canteros (docente y periodista especializada en la temática).
“Hicimos con Salomé un pequeño panorama sobre cómo está la situación actualmente. Llegamos a la conclusión de que hay cierta toma de conciencia, pero a la vez, dialécticamente hay una invisibilización muy fuerte, y un trato bastante efímero sobre esta problemática”, explicó Ruffato.
Una de las preguntas que se hacen las autoras es por qué cuando se habla de violencia de género algunos casos “venden” más que otros. Y esto concluyeron: “Tiene que ver con el morbo. Los casos de femicidio, el modo en que la víctima fue asesinada, su edad, el lugar donde ocurre incrementa proporcionalmente las páginas de los diarios y las revistas y los minutos de radio. Por eso hay casos que llegan, casos que conmueven e indignan y otros de la misma gravedad que pasan desapercibidos. Esto de las muertes que valen y las muertes que no”, sostiene la flamante licenciada en Ciencia Política (UBA).
“Por otro lado, las fuentes que consultamos muchas veces reproducen la estigmatización de la que nos queremos salir. Ya sabemos todas las mujeres que no tenemos que ir a una entrevista con minishort porque nos pueden violar, y tampoco tenemos que quedar embarazadas a los 14 años de nuestro novio, porque seguro que en algo raro andábamos, seguro que nos drogábamos”, ironizó. Y añadió: “Lamentablemente los prejuicios siguen tan vigentes como en la época de la dictadura. Nos importa mucho lo que decimos, pero también nos importa cómo lo decimos. Para nosotras, el lenguaje es un territorio de disputa de poder. Y callarnos o decir las cosas de una manera o de otra no es ingenuo, es político”.
Noelia Leiva, licenciada en Periodismo de la Universidad de Lomas de Zamora e integrante del CTP Zona Sur, coincidió con lo expresado por Ruffato y advirtió sobre la necesidad de concientizar a los futuros comunicadores y las futuras comunicadoras desde el momento en que inician sus estudios: “En el conurbano hay muchos espacios académicos que forman a nuevos y a nuevas periodistas, pero no en todas las aulas se dan estos debates. De alguna manera, nuestro objetivo y uno de los pilares en estos dos años de militancia es apuntar a cuestionar eso que parece dado en estos espacios de formación, para que los nuevos y las nuevas colegas comiencen a dar esos primeros pasos con el bichito de cuestionar, eso que nos hace tan bien a quienes estamos detrás de la palabra, de la imagen, de transmitir comunicación, que no es simplemente reflejar contenidos, porque sabemos que somos parte de la lucha por el sentido”, sostuvo la integrante de Marcha.
Por último, Natalia Vinelli, fundadora del canal de televisión popular Barricada TV, apuntó contra la conformación de lo que definió como un “versus” entre los periodistas que trabajan en medios comerciales y públicos, y aquellos que lo hacen en medios alternativos o populares. “Está esta doble lectura de que en el primer grupo está el profesionalismo, pero son acusados de mercenarios porque hacen lo que pide la patronal; y del otro lado se trabaja con libertad, pero también hay mucha berretada. A mí últimamente me cuesta mucho referirme a mí o a mi práctica como periodista de medios alternativos, la verdad es que esta idea del periodismo “alternativo” me está empezando a molestar. Me molesta porque me parece que está muy bastardeada”, sostuvo Vinelli.
Por eso llamó a “construir una experticia, un modo de producción de periodismo popular”. “Es lo que estamos necesitando como sector -analizó- porque si no siempre se mantiene esta diferencia, ustedes-nosotros, los que saben y los que no saben, los que son libres y militan pero militan, entonces no son periodistas, son militantes”. Para Vinelli, esa diferenciación se puede romper en la medida en que los periodistas empiecen a trabajar “en la construcción de ese periodismo popular”.
“Yo me pregunto, ¿cuándo fue más periodista Rodolfo Walsh? ¿cuando escribió en un sótano de Landro N. Alem y un hombre se animó y le publicó en entregas Operación Masacre? ¿o cuando publicaba noticias en un medio comercial como Primera Plana? La respuesta es obvia: un periodista no se define por el lugar de trabajo sino por la tarea que está cumpliendo”, reflexionó la docente de la UBA.
“Este libro y este encuentro aparece en un buen momento porque me parece que se están empezando a encontrar esas líneas paralelas que nunca se cruzaban. En este momento estamos en el nudo gordiano, podemos empezar a preguntarnos por nuestras prácticas, a ver dónde hay coincidencias y cómo podemos construir un tipo de periodismo que nos pueda contener a todos en tanto trabajadores y trabajadoras de prensa”, concluyó.
Entre las y los periodistas que colaboraron con la redacción de 10 ironías sobre la libertad de expresión se encuentran, además de los ya mencionados, Alejandro Wall, Agustín Lecchi, Colectivo de Revista Nan, Laura Cabrera; Lionel Martín; Paola Aducci; Jorge Duarte; Mariana Correa; Santiago Giordano y Mariano Suárez, quien fue además el motorizador y director editorial del libro.