Por Ayelén Ford
El unipersonal protagonizado por la excelente Iride Mockert encarna la piel de una mujer-tigresa basándose en un mito norteño, para así hablar de la opresión de la mujer en la actualidad.
Recién llegados de Donostia, San Sebastián (España), donde participaron de la programación de dFERIA (evento cultural que durante cinco días continuos realizó una programación de excelencia en donde convergen todo tipo de artes escénicas de Iberoamérica), se acaba de lanzar en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires la tercer temporada de La fiera, con dramaturgia y dirección de Mariano Tenconi Blanco en el teatro El extranjero (Valentín Gómez 3378), los domingos a las 21.00 horas.
Esta obra tiene como punto de partida el mito tucumano del hombre tigre, según el cual quien baile sobre el cuero de un yaguareté se convertirá en ese animal. La palabra yaguareté pertenece al idioma guaraní y significa “la verdadera fiera”. En este caso, el hombre-tigre es una mujer-tigresa (humilde muchacha tucumana) que no realiza el tradicional ritual para transformarse en animal, sino que le pide a las fuerzas divinas que la conviertan para vengar a las mujeres que sufren de abusos de todo tipo por parte de los hombres.
Todo comienza en su casa después de vivir una experiencia traumática: su padre golpea a su madre hasta dejarla sin vida y su hermana menor mata, a su vez, al padre y luego escapa. De esta manera es como la hermana mayor decide cambiar su piel por el pelaje de un animal y se lanza ferozmente a asesinar a todos los hombres abusivos que encuentra a su paso, mutando en una verdadera heroína anónima y justiciera de las mujeres más vulnerables.
La idea de la mujer-tigresa parte de la actriz Iride Mockert, que es quien se acerca al dramaturgo Tenconi Blanco y le propone crear un espectáculo que tuviera a ese personaje como protagonista. El director acepta y comienza a indagar en mitos del norte de nuestro país y juntos empiezan un arduo trabajo de investigación que da como resultado este hermoso unipersonal.
Lejos de ser una puesta realista, todas las decisiones del director apuntan a un espectador activo y reflexivo que complete con su imaginación el hecho artístico, empezando por que la actriz se dirige directamente al público, colocándolo como principal interlocutor de su historia y haciéndolo partícipe. Para ello utiliza un vocabulario que contiene expresiones de la cultura popular tucumana, pero que no pretende ser una reproducción fiel, sino que busca indagar en un tipo particular de musicalidad que nos acerca al territorio tucumano.
Se actúa narrando y se narra actuando, tarea sumamente difícil para un intérprete y que la actriz consigue con admirable talento. También canta y baila la música interpretada por Ian Schifres y Sonia Álvarez, que están presentes a un costado de la escena, quienes logran con solo un arpa y un piano transitar géneros tan disímiles como la cumbia, el rock, la zamba y el hip-hop. La estética es minimalista y se acerca al comic, ya que la actriz viste calzas azul eléctrico y campera animal print violeta por decisión de la vestuarista Paola Delgado, que junto con las luces que maneja Matías Sendón nos producen la sensación de estar participando en una historieta. Colabora con ello el diseño gráfico de Gabriel Jofré, que aparece en el programa de la obra, en donde hay un tigre con sus fauces bien abiertas a punto de devorar a un hombre como si fuera la tapa de un comic.
La historia transcurre en la selva tucumana aunque la escenografía no da cuenta de eso ya que apunta a lo conceptual, utilizando como único elemento en el espacio una tarima cuadrada que, con sus líneas blancas y amarillas, simulan una carretera a través de la cual se desarrollan las andanzas de esta fiera por prostíbulos, cabarets y domicilios particulares en busca de hombres abusadores. Es inevitable la relación con la lucha incesante de Susana Trimarco por encontrar a su hija, ya que el lugar donde se desenvuelven los acontecimientos es la provincia de Tucumán, y en el transcurso de la obra la mujer-tigresa se hace pasar por prostituta para ingresar a un prostíbulo y rescatar a su hermana menor de la trata. Allí realiza una verdadera masacre de proxenetas y consumidores de la explotación sexual siendo ésta una de las escenas más logradas.
Con una armonía magistral entre dramaturgia, actuación, música, escenografía e iluminación, el director Mariano Tenconi Blanco logró un espectáculo artístico de lo mejor que hubo en la escena porteña en el 2014 y obtuvo el premio “Teatro del mundo” en la categoría de dramaturgia.
Aristóteles en su Poética decía que la catarsis es la facultad que tiene la representación de redimir al espectador de sus bajas pasiones y sus deseos incumplidos al verlas proyectadas en los personajes de la obra. Este concepto se aplica muy bien generalmente a las obras realistas, pero no es el caso de La fiera, que muy por el contrario nos invita a reflexionar y participar activamente sobre las problemáticas de género actuales como la violencia, la explotación sexual, la trata y el femicidio. Es así que en una de las canciones la mujer-tigresa expresa: “En la noche tucumana, cuando el barro es cera / una mujer sale a cumplir su tarea / puede ser heroína, una persona cualquiera…/ cada mujer tiene adentro una verdadera fiera”.
Ficha técnica:
Actriz: Iride Mockert
Música original en vivo: Sonia Álvarez – Ian Shifres
Escenografía: Oria Puppo
Vestuario: Paola Delgado
Iluminación: Matías Sendón
Coreografía y Diseño de Movimientos: Carolina Borca
Diseño Gráfico: Gabriel Jofré
Canciones: Letras de Tenconi – Bartolone | Música de Álvarez-Shifres
Dramaturgia y Dirección: Mariano Tenconi Blanco