¿Desde donde abordar la lucha contra la violencia machista en Brasil cuando cualquier indicador de violencia parece insignificante frente al alarmante escenario que se anuncia tras la victoria electoral de Jair Bolsonaro? Ante tal incertidumbre, reflexionamos en clave feminista.
La periodista Juliana Gonçalves nos trae algunos elementos para pensar el histórico de violencias que se superponen en los cuerpos de las mujeres negras en Brasil y que hoy se condensan y proyectan en la figura del próximo presidente. ¿Dónde encontrar formas de continuar en marcha y unidas para enfrentar el escenario político de odio que se profundiza?
Como mujer negra, madre, periférica, afrolatina, trabajadora y feminista, Juliana afirma que aunque parece haber vencido un Brasil racista y misógino, “la dominación ideológica capitalista siempre estuvo allí masacrando nuestros cuerpos y nuestras epistemes”. Entendiendo que la sociedad continúa en disputa, bajo el título “Ser militante es, más que nunca, practicar el autocuidado”, la autora convoca a aquilombarse, estar juntas, diseñar estrategias objetivas de apoyo y ampliación de las redes de cuidado, resistencia y organización. “En cuanto mujeres negras, indígenas y afroindígenas, nadie mejor que nosotras para saber cuáles son las más varias estrategias de cuidados y lucha. ¡Vamos a practicarlas!”.
Juliana es parte de la Marcha das Mulheres Negras de São Paulo y de la Comissão de Jornalistas pela Igualdade Racial. El texto fue publicado en www.hysteria.etc.br, en el marco del Día de la Conciencia Negra (20/11) en homenaje a Zumbi dos Palmares, del Quilombo dos Palmares, que lideró la resistencia negra a la esclavitud en el nordeste brasileño.
Ella nos regala estas palabras:
No fue sin dolor, o sin miedo, que tomé conciencia del tamaño de la tarea que es combatir el racismo y el patriarcado en un país fuertemente colonial, comandado en todas sus esferas por hombres, blancos, cisgenes, heterosexuales, defensores de una familia que no es la mía – negra, diversa y extendida.
¿Qué es necesario para articular cada vez más estrategias de resistencia, estar en las calles, en los colectivos, en las clases abiertas, en las reuniones organizativas? ¿Cómo mi cuerpo y mi mente deben estar para que yo pueda acoger a las manas heridas por la vida para que tenga condiciones reales de conversar con los conocidos y crear la posibilidad de destruir muros y construir puentes?
Aunque tomé esa conciencia hace unos dos años, sólo en este 2018 oí las voces de las más viejas que me advertían que no hay lucha con un cuerpo enfermo por el descuido. No hay deseo de resistencia que impere ante una mente cansada. Si el amor es político, el autocuidado es revolucionario. Sólo sanamos si conseguimos dar las manos a otras manas, alentar y fortalecer el amor propio en ese proceso de diálogo entre lo individual y lo colectivo que nos impulsa hacia adelante.
Cuidar de mi cuerpo, de mi ancestralidad, de mi casa, del quilombo que he construido, está siendo imperativo para seguir en movimiento y, sobre todo, creyendo que sólo con lucha y organización podemos enfrentar el escenario político de odio que se profundizó. Si yo pudiera dar un consejo: siempre que sienta que el mundo tomó su energía, tome un baño de albahaca. Macere algunas hojas, juegue en el agua caliente y después del baño mojese de la cabeza a los pies. Después, si ya ha construido su quilombo, lugar seguro, de resistencia y de afecto, se aquilombe: construya una red de amigos, de activistas, donde se pueda hablar con honestidad sobre la sociedad que necesitamos construir juntos. Recuerde que usted necesita estar bien para caminar y ayudar a otras manas a formar otros quilombos. Usted no es la única y ni está sola, somos muchas. Encuentre otras y continúe.
Ahora es el momento de estar juntas, de diseñar estrategias objetivas de apoyo y ampliación de nuestras redes de cuidado y resistencia. Como mujeres negras, indígenas y afro-indígenas, nadie mejor que nosotros para saber cuáles son las más variadas estrategias de atención y lucha. ¡Vamos a practicarlas! Si el momento histórico es de disenso, seguiremos fuertes en contra, más y más resistentes. La acogida de nosotras mismas y de las otras debe ser la tónica de la lucha. En la acogida y en la formación se alza la potencia de nuestro mañana.
Siempre que sea posible necesitamos sentarnos en rondas, pequeñas y grandes. Continuar los diálogos que se crearon en estos últimos tiempos, desde el micro al macro, desde los márgenes hacia el centro. Es hora de intensificar el ejercicio de valerse de las acumulaciones que hicimos, las organizativas y políticas. Nuestras redes de cuidado deben trasladarse de lo virtual a lo real. Quien no sabía, entendió en esta última elección que el giro va a tardar mucho más por venir. Fatalmente, tenemos cuestiones históricas y estructurales como el racismo y el patriarcado y vencerlos dependerá mucho de nuestras actuaciones en nuestros territorios.
Mi autocuidado pasa necesariamente por volverme a una actuación local. Cambiando y construyendo con manas que muchas veces aún no entendieron su propia potencia política. Sé que en este momento parece que vence un Brasil racista y misógino, sabemos que la dominación ideológica capitalista, extremadamente liberal, venció en la plaza pública. Pero ella siempre estuvo allí, masacrando nuestros cuerpos y nuestras epistemes. Venció esa batalla, pero nuestra sociedad continúa en disputa.
Todo bien alejarse de todo también, caer, dejar doler, e irse conectando poco a poco. Hay tiempo. Y cuando esté bien para seguir, acoja e intente fortalecer aquella mana que no se ha detenido, continuó de pie asegurando que la rueda continúe girando.
Yo creo en mis hermanas practicantes de la filosofía ubuntu, del asè. Ahora es nuestro turno. Creo en la fuerza de todas las mujeres que son, sí, la vanguardia de los movimientos sociales. He visto a mujeres blancas dar pasos históricos en la revisión de sus privilegios y alinearse en las trincheras a nuestro lado. Yo creo, sobre todo, porque no ando sola.