Por Francisco J. Cantamutto. Devaluación, deuda pública, cortes de luz, ajuste salarial y resarcimiento al saqueo de YPF. El 2014 comenzó con todas las fichas para ser un año complicado para los sectores populares. ¿Un paquete clásico de ajuste?
El inicio del 2014 parece tener los componentes para ser recordado. Combinó tantos problemas económicos en los primeros dos meses que se asemeja a un resumen de la situación de los últimos años. Esta condensación de eventos no es fruto de la mala suerte, sino el resultado de contradicciones acumuladas dentro del proyecto kirchnerista. Lamentablemente, las salidas tomadas distan de ser las que más favorecen al campo popular.
Aprovechando que enero encuentra a la mayoría más preocupados por el calor y la posibilidad de algún descanso, el gobierno soltó amarras con una importante devaluación. Luego de que la brecha entre el dólar oficial y el paralelo alcanzara el 60%, el gobierno decidió liberar la compra de divisas y que el Banco Central responda a la demanda. Esto produjo una fuerte desvalorización del peso, que alimentará la inflación, atacando el bolsillo de los/as trabajadores/as. Aunque es difícil realizar el cálculo de la devaluación, la misma rondaría el 50%. La simplificación del cálculo para obtener dólares resultó en que el mínimo necesario para comprar ($7000) excluye a dos tercios de los trabajadores ocupados. O sea, se institucionalizó que el ahorro no forme parte de las posibilidades de quienes viven de su trabajo.
El kirchnerismo culpó a los bancos y a Shell de un ataque especulativo. Aunque sin dudas esto existió, también lo es que se trata de un dato obvio de la gestión capitalista, que sólo puede sorprender a quien suponga que a los empresarios les importa aquello de la nación. En lugar de permitirles fugar dólares, el gobierno, en estos años, podría haber estatizado el comercio exterior o prohibir la remisión al exterior de utilidades (algo que tibiamente empezó hacer, pero abandonó a mitad de camino), por ejemplo. En lugar de eso, permitió la compra de dólares a un precio mayor. Es decir, optó por la salida que buscaban los capitales especulativos. Párrafo aparte merecería el hipócrita tratamiento de los grandes medios, que demandaron esta unificación y devaluación para luego criticarla.
Otra fuente sistemática de salida de recursos es la deuda pública. El discurso oficial insiste con la falsa idea de desendeudamiento, omitiendo el hecho de que durante estos años se ha pagado “serialmente” y aún así la deuda creció, incluso a pesar de los múltiples problemas de medición. Pagar deuda endeudando y vaciando la caja de todos los organismos del Estado no es un camino progresista ni popular. Sin embargo, a Europa fue Kicillof a acompañar a Lorenzino, para prometer pagos al Club de París, por una deuda que proviene de la dictadura. O sea, se valida deuda ilegal e ilegítima para hacer pagos que no benefician al pueblo argentino.
Como si esto fuera poco, en el discurso de apertura de sesiones del Congreso, la presidenta se enorgulleció del arreglo de pago de 5 mil millones de dólares a REPSOL por la nacionalización del 51% de las acciones de YPF. Este pago, que supera el valor contable de los activos comprados, podría aumentar mil millones más en caso de desvalorización, y para ello se emitirán nuevos bonos atados al dólar. O sea, más deuda para premiar el saqueo que la empresa española hizo durante dos décadas de nuestros yacimientos. Este saqueo ha sido semejante en el conjunto del sector, llevando a que escaseé la energía disponible para todo el país. Así, enero fue motivo de noticias por los permanentes cortes de luz, que afectaron barrios enteros durante semanas.
Pero además, como la YPF “recuperada” dista de la histórica, resulta que hay que invertir cifras millonarias para volver a tener abastecimiento posible de recursos hidrocarburíferos. Por eso, el gobierno no demoró en hacer un acuerdo con Chevron, la petrolera responsable de la mayor cantidad de pasivos ambientales en el mundo, para explotar los yacimientos de petróleo no convencional (shale) mediante la contaminante técnica del fracking. Es decir, en lugar de explorar fuentes energéticas alternativas y un uso más eficiente, se opta por asociarse con el capital extranjero más cuestionable para explotar recursos contaminantes. Una forma más de certificar el rumbo de un modelo basado en el extractivismo.
Al anunciar el acuerdo de pago a REPSOL, la presidenta no perdió oportunidad para fustigar a los/as trabajadores/as, explicando que pagarán con el ajuste de sus salarios. En línea con el discurso de 2012, se atacó a los/as docentes adjudicándoles supuestos beneficios excesivos. Las provincias, para poder pagar deuda y salarios abrumadores de funcionarios encaramados en lo alto de la jerarquía, ajustan por donde menos les importa: dejando de pagar a quienes educan en las escuelas. Esto le valió el aplauso de la bancada el PRO en el Congreso.
La presidenta Cristina Fernández lleva ya algunos años atacando discursivamente a los/as trabajadores/as organizados/as. Con el distanciamiento de Moyano, abandonó su referencia, clásica en el peronismo, a la clase trabajadora como motor de conquistas. Ahora, habla de “sectores vulnerables”, a los que busca conquistar con planes como el Progresar. El problema central de estos planes está en que su alcance busca sostener el nivel de pobreza de sus beneficiarios/as, no superarlo. Por eso estos planes, igual que la Asignación Universal, o los haberes de tres cuartas partes de los/as jubilados/as, nunca superan los niveles de pobreza, al mismo tiempo que se ataca a quienes se organizan y demandan salarios dignos.
Devaluación, inflación, ajuste salarial, pagos de deuda, pagos a saqueados, orientación extractivista. El 2014 inició como un mal año en lo económico para los sectores populares. El gobierno parece inclinarse en cada elección por la opción que favorece a los grandes capitales especuladores, aunque lo justifique con discursos encendidos.