Por Marina Sosto*.
Con una escritura y música que bordea y bardea los límites de lo que comúnmente se define como rock y pop, aparecen en la letras de Sobrenadar las estrofas de una mística que parece que llegó para quedarse.
“Habitaste el ritmo
que ordenara mi aparición en la tierra
la estación anual
la sombra del follaje sobre mis sombras.”
Diana Bellessi, Destino y propagaciones (1970)
“¿Vamos a ver Sobrenadar, So? No creo que seamos más de cinco pero va a estar bueno…”
Así arranca el plan. Noche de viernes 27 de Marzo, Biblioteca Nacional, “ciclo de verano”, dice el evento. “Peli al aire libre y luego, banda invitada”. “Gratis”, aclara. “Traigan abrigos”, advierte. “Se vino el Otoño”.
Llego temprano. Azorada: el tapado sobra luego de la caminata desde Santa Fe y Agüero, el saquito solo, es poco. Freno en las escalinatas. Dos pibas, fumando y compartiendo un birra, me sonríen. Les pregunto por el lugar de la proyección y me dicen que suba: “arriba deben saber”. Subo. Años -miles- que no vengo a la biblioteca. Escalón-a-escalón, la boca abierta. Ya no estoy en la calle, tampoco adentro. La magia del umbral me shockea y transforma: la dejo atravesarme. La galería de bancos blancos está casi poblada: muchxs pibxs, grupitos, también muchxs solxs. Leyendo, charlando, fumando.
Las enredaderas portan fotos de la muestra del Indio (más tarde, So dirá lo justo: “muy ego-indio estas fotos, ¿no?) En el ahora de la espera, yo las veo sin mirar: foto de fondo, cuadro de consultorio. Ya casi es la hora y la gente empieza a subir la rampa para acercarse a la zona de la pantalla. Los sigo. Me siento cerca de las escalinatas que dan a la calle Agüero, no consigo espacio contra la pared: la cantidad de gente es impresionante. Los grupitos despliegan mantas y arman picnic nocturno. “Traigan las bebidas que quieran”, invitaba el evento. Y se cumple: mucho vinito, birra, mate y hasta café. “¡Dormimos con el vino!” Me saluda So. Llega a las corridas de la facu. Me reconoce en la multitud. Pero tenemos mate y la piloteamos.
La peli arranca y despega. El viento nos recuerda que estamos en un semi afuera-semi adentro. Sólo el viento. La quietud y las luces de la pantalla son el único presente. “Today it´s my 20, 000 day on earth”- dice Nick Cave y el resto del mundo da un paso atrás. Cuando la peli termina, las luces siguen apagadas. El organizador nos dice que nos quedemos, que Sobrenadar arranca “al toque”. Y así es. Sin pausas ni mediaciones, el agua empieza a filtrarse por todos lados.
Mientras me olvido de perder el control/ Siempre me olvido de perder el control
Así como los marineros corrían por el Nautilus trabando compuertas, esquivando la muerte y arrebatándole sus cuerpos al océano, así la guitarra de Paula patina entre las notas. Pero hay una diferencia: ella(s) si se quiere(n) hundir.
caí y exploré/ partes del mar/ mi casa encontré/ no hay que salir de acá
Hundirse para salir. La voz se sumerge en la música. Javier la mantiene a flote “afectándola” con sus máquinas. Y las olas forman una tormenta de verano, sommeil paradoxal, en pleno otoño.
¿No ves?/ en el cielo están/ son los que vuelan/ a las partes del mar/ a resplandecer.
La gente se acerca, formamos una ronda, un semi-círculo alrededor del océano: somos orilla, borde. Pero no estamos afuera, el flujo nos arrastra corriente adentro. Paula, bajo el agua, canta con los ojos cerrados. Nada en sus palabras que poco se entienden como conjuntos de letras y mucho como susurros de olas al chocar contra la arena. “Uno más, ¿dale?”, Intuyo, le pide con gestos, Javier, al organizador. Y sí, suena uno más.
Si nos vemos/ temo una fuerte explosión que no pueda parar /Si nos vemos otra vez, /las energías no van a completarnos lo que faltaba
Esta vez, las palabras logran mantenerse un poquito más a flote y la letra opera de aviso e invitación para “la otra vez”.
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