Por Il Bycho Costa. Veinte bandas se juntaron el martes pasado para pedir la reapertura del Salón Pueyrredón, clausurado por el Gobierno porteño. Los espacios alternativos siguen sufriendo las consecuencias de Cromañón y el accionar de un Gobierno que prefiere la cultura del marketing.
El incendio del boliche República Cromañón en diciembre de 2004 –dejando de lado el saldo de muertos-, complicó la escena cultural del rock y el under porteño. El Estado, por ese entonces manejado por el Gobierno de Aníbal Ibarra-, descubrió que muchos lugares no estaban en condiciones de recibir shows y que la combinación con la corrupción y otros factores podía ser fatal. La respuesta fue el cierre de bares, boliches y centros culturales, que tuvieron como consecuencia la concentración de la escena en pocos espacios habilitados y el encarecimiento de costos para las bandas, y por ende para el público. A diez años de la tragedia todavía hay secuelas.
Hace pocos días, el viernes 12, una inspección del Gobierno de la Ciudad que dirige Mauricio Macri, clausuró el conocido Salón Pueyrredón de Avenida Santa Fe. Ese día se llevaba adelante una fiesta con bandas en vivo entre las que se destacaban El Sepulcro Punk y Mal Pasar. Este cronista estuvo en ese momento en el Salón, y puede dar fe de que no hubo inconveniente alguno. La fiesta se desarrolló con normalidad. Al otro día, la Comunidad Contracultural del Salón Pueyrredón anunció por las redes sociales que el lugar había sido clausurado, debiendo cancelar las actividades programadas para el fin de año.
El Salón es un lugar con historia, tanto en esta sede como la original de la avenida Pueyrredón. Por su escenario pasaron infinidad de bandas locales del punk rock, el ska y el hardcore; y también fue testigo de shows históricos como el de los californianos NOFX y los legendarios Buzzcocks. Ahí se realizan ferias de libros, ciclos de cine, de teatro y se transmite una radio online. Nadie pude dudar que es un lugar difusor de la cultura, aunque sea una cultura que tenga un tinte que al Gobierno no le interese. Su visión tiene que ver más con homenajes a artistas como Ricardo Arjona y el reconocimiento a personajes como Marcelo Tinelli, y es por esto que existen lugares como el Salón, a modo de resistencia. Basta recordar el episodio de la Sala Alberdi del Centro Cultural San Martín.
Lo llamativo de la clausura
Nadie que concurra a un recital o un ciclo en la noche del under tiene ganas de correr peligro, y es necesario que los lugares garanticen la seguridad. Sin embargo es llamativo cómo de un día para otro el lugar que estaba habilitado deja de estarlo. En un comunicado, desde el Salón explicaron que después de Cromañón la Secretaría de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires les “otorgó un permiso de Club de cultura avalado por el Decreto de Necesidad y Urgencia N°3/2005”, y que en el año 2010 se sancionó un nuevo decreto – el N°2/10- que los incluyó en la categoría de Clubes de Música en vivo.
La norma de 2010 establecía el “régimen general que deberán cumplir los locales que desarrollen actividades nocturnas en los rubros que importen el expendio de comidas y bebidas para consumo en el lugar, realización de shows de música en vivo, actividad de baile, así como también los relativos a usos culturales”. En ese ámbito quedó incluido el Salón, a merced de las inspecciones de la Agencia Gubernamental de Control. “Por supuesto, siempre hemos cumplido con todo lo requerido en todos los aspectos edilicios, seguridad y demás. Sin embargo, las clausuras casi siempre se debieron a una diferencia de criterios entre la Secretaría de Cultura y la interpretación de los inspectores de turno”, continúa el comunicado del Salón Pueyrredón.
La respuesta (contra) cultural
Como respuesta a la clausura, la Comunidad del Salón organizó una fiesta a la que rápidamente se sumaron muchas de las bandas que suelen tocar en el lugar: Cadena Pepetua, Flema, Superuva, Mal Pasar, Responsables No Inscriptos, Asesinos Cereales, Shaila y Los Bombarderos, por nombrar solo algunas. Muchos medios de comunicación se hicieron eco de la clausura y difundieron el evento, y la gente manifestó su apoyo en las redes sociales.
Es que el Salón es un lugar conocido, pero esto mismo tienen que sufrir muchos otros lugares de la Ciudad. En medio de esta situación, la semana pasada la Legislatura Porteña accedió al pedido de artistas y centros culturales y aprobó en forma unánime la Ley de Centros Culturales. El texto define un centro cultural como “el espacio no convencional y/o experimental y/o multifuncional en el que se realicen manifestaciones artísticas de cualquier tipología, que signifiquen espectáculos, funciones, festivales, bailes, exposiciones, instalaciones y/o muestras con participación directa o tácita de los intérpretes y/o asistentes”, pero advierte que “la actividad de baile no podrá ser la actividad principal de los Centros Culturales”.
El proceso burocrático para que la ley entre en vigencia va a tardar un tiempo y su reglamentación seguramente traerá algunos dolores de cabeza para los espacios alternativos, pero es necesario que el Estado empiece a reconocer a estos lugares y a darles la libertad que se ganaron para poder funcionar. “Hace 17 años que estamos trabajando y reproduciendo lo que entendemos como cultura, sufriendo clausuras injustas y tramitando permisos transitorios, y nadie nos da una solución ni una habilitación definitiva”, se quejaron desde el Salón. Es hora de entender que hay otra cultura, una que no es amarilla.
Cobertura fotográfica: