Por Sandra Aguilar en Desde el Fuego*. Durante el mes de diciembre de 2014 se difundió la noticia de dos crímenes de odio en el país que se llevaron la vida de Dardo Cwalina y Gimena Álvarez. De cómo el heterosexismo y el ciseximo siguen vigentes y nos matan a diario.
La madrugada del sábado 13 de diciembre Dardo Cwalina, de 26 años, fue asesinado brutalmente. Hasta el momento, los investigadores pudieron determinar que su pene fue mutilado aún con vida, desnucado, degollado, luego descuartizado, incinerado y enterrados sus restos en un basural. Sus asesinos eran allegados a él; no es del todo claro qué clase de relación los unía, pero lo invitaron a cenar esa noche en una confitería del centro. Se desconocen los sucesos que luego llevaron al homicidio. De los seis sospechosos sólo uno está detenido -presuntamente su pareja-, el resto se encuentra prófugo. Hasta acá un asesinato más.
Lo que no se nombra no existe
La cobertura de la noticia se realizó principalmente en los medios locales y los titulares rezaban:“Asesinan brutalmente, descuartizan, queman y entierran el cuerpo de joven empresario”, según El Colorado Noticias; “Descuartizan y queman a una persona”, señaló Formosa Diario Express; “Aberrante hecho en El Colorado: descuartizan, queman y entierran a un hombre”; por Diario Formosa.Net.
Ya desde el título en algunas notas se hace mención a Dardo Cwalina de manera permanente como un “empresario” de la zona. Se construye una imagen donde se lo identifica de esa forma, mientras que en una sola de las notas se menciona en el cuerpo, una vez y al pasar, que era gay. Al mismo tiempo su tío señaló que a Dardo no se le conocían enemigos y que “era un chico que no tomaba nada”. Entonces la imagen de Dardo que nos presentan es la de un pibe honesto y trabajador, emprendedor.
Por otro lado, varios artículos hacen énfasis en los detalles del despliegue del operativo policial que se realizó para encontrar su cuerpo. Como si lo que nos importara tuviera que ver con la cantidad de policías involucrados en la investigación. Tiene sentido en una Argentina que se enorgullece de los y las 10.000 policías que egresaron este año en Buenos Aires.
Se comenzó a construir un relato a partir de la presunción de que sus asesinos “estaban en el ambiente de las drogas” y que eran sus “amigos”, según declaraciones del tío de Dardo. El hecho de que se involucre el tema de las drogas como el móvil del asesinato junto a la omisión deliberada de la identidad sexo generizada de Dardo podrían pensarse como una operación discursiva. Operación que desvía el foco de atención del hecho de que Dardo era abiertamente gay y que entonces el móvil de su asesinato tendría mucho más que ver con su existencia marica orgullosa, impúdica, desenclosetada.
El alcance de esta noticia se limitó principalmente al nivel local. La excepción fue la nota que Adriano Seidelman escribió para el suplemento “Soy” de Página 12, once días después del asesinato. Ya desde el encabezado la noticia se aborda con otra perspectiva que la presenta como un crimen de odio bajo el titular “Cuidate que están matando putos”. Este título hace referencia a una advertencia que una vecina le hizo a Adriano al momento de escribir la nota. El hecho de que Seidelman sea gay y escriba a partir de esa existencia sobre el asesinato de Cwalina fue clave en el cambio de enfoque.
No fue hasta que leímos esta nota que activistas e integrantes de la comunidad LGBTTTI (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, travestis, transgéneros, intersex) en general nos enteramos del asesinato de Dardo. Y por este motivo nos encontramos escribiendo esta noticia para un medio de comunicación alternativo.
Interesa para nosotras señalar la identidad sexo-generizada de Dardo, decir una y mil veces que era gay porque no es un dato menor; desconocer su existencia marica implica invisibilizar el móvil del asesinato que aún está siendo investigado. Es clave mencionarlo porque incorporar al análisis este dato, que podría pasar desapercibido o quedar registrado meramente como un hecho anecdótico, nos obliga a pensar otras cuestiones.
Si afirmamos que a Dardo lo mataron por ser gay entonces empezamos a hablar de crimen de odio. De las consecuencias de vivir en una sociedad donde la heterosexualidad y la norma cisgénero -entendemos por ello la correspondencia entre identidad de género y sexo asignado al nacer- tienen plena vigencia e impunemente deciden quién y cómo pueden vivir; e inclusive en casos extremos, como el de Dardo y muchos otros y otras, hasta cuándo.
Los asesinatos de Dardo Cwalina y el de Gimena Álvarez, travesti asesinada en Salta apenas unos 13 días después, son exponentes de la vigencia del heterosexismo y el cisexismo que aún hoy rige nuestras vidas. Proponemos estos términos porque palabras como “homofobia” y “transfobia” abordan la problemática desde una perspectiva individual. Representan de esa forma valores, actitudes y comportamientos discriminatorios que parten de un supuesto miedo irracional y propios de una psicopatología individual de la persona que discrimina. En cambio, preferimos hablar de heterosexismo y así dar cuenta del prejuicio cultural que a diario es reforzado socialmente, para referirnos a todas las actitudes discriminatorias basadas en privilegiar la heterosexualidad frente a la homosexualidad. Mientras que el cisexismo lo entendemos como aquel que coloca en un lugar inferior y subordinado a las personas transexuales respecto de las cisgénero.
Lamentablemente vivimos en una sociedad que, a pesar de sus leyes progresistas en materia de derechos reconocidos a la comunidad LGBTTTI, sigue siendo profundamente discriminatoria y condenatoria.
Además de los casos extremos de los asesinatos ocurridos durante diciembre, a lo largo de 2014 tuvimos otras situaciones cisexistas que ingresaron a la agenda mediática como fueran las declaraciones de Jorge Lanata y Eduardo Feinmann y la reacción altamente discriminatoria de un sector de la sociedad al enterarse de la existencia de dos ante-proyectos de ley de resarcimiento económico para el colectivo trans. Y no sólo ese colectivo fue violentado; también los colectivos lésbico y bisexual fueron protagonistas de situaciones de heterosexistas que trascendieron, por ejemplo el caso de una pareja de mujeres, una lesbiana y una mujer bisexual en una pizzería a quienes primero se les prohibió besarse, y luego fueron invitadas a retirarse. Por otro lado, en algunas provincias del país aún siguen vigentes códigos de faltas que violentan principalmente a la población trans y travesti.
Ante estas situaciones, ¿qué proponemos desde el activismo LGBTTTI?
Existe una discusión al respecto y estos debates no están aún saldados. Hay quienes piensan que todo tiene que estar encauzado dentro de un marco legal, por ejemplo durante el 2014 la principal consigna de la XXIII Marcha del Orgullo LGBTIQ impulsada por la Federación Argentina LGBT (FALGBT) reclamaba la modificación de la ley antidiscriminatoria que actualmente no penaliza los casos de violencia por orientación sexual y/o identidad de género. Actualmente en nuestro país son hegemónicas las posiciones conservadoras tanto dentro del oficialismo como en la oposición de derecha. En un escenario político de estas características nos preguntamos en qué medida este discurso de criminalización no empalmaría con otros similares que circularon en los últimos meses. ¿Tendremos alternativa? ¿Cómo sería deseable para nuestra comunidad combatir la discriminación? ¿Esta sería la única forma de trabajar contra la discriminación, con la modificación de este artículo?
Supongamos que consiguiéramos esta reforma del artículo primero de la ley antidiscriminatoria. Esto no garantizaría que después las propias fuerzas de seguridad la respeten, ya que ellas también reproducen esa discriminación, por ejemplo, en situaciones cotidianas de violencia contra mujeres trans, como el brutal ataque sufrido por la activista Diana Sacayán en agosto de 2014 en manos de gendarmes. La modificación de las prácticas reales no se sanciona por decreto. Esto no implica que no consideremos que tengamos que demandarle y exigirle al Estado políticas públicas que amparen a la comunidad, pero debemos poder pensar también en las distintas variables que hay en juego. En este sentido la dimensión cultural y educativa es otro aspecto que debemos incorporar para erradicar la discriminación.
Lejos de ser un recuerdo del pasado, los atentados contra nuestras vidas siguen sucediendo hoy. Escribía Nicolás Cuello de Putos Mal (activismo marica disidente platense) hace unos días en Facebook: “Cuando decimos que nos siguen matando es porque nos siguen buscando, corriendo, tirándonos piedras, insultándonos, empujándonos, expulsándonos, silenciándonos, discriminados del trabajo, segregados de las familias, burlados por los medios de comunicación, precarizados en el trabajo, invisibilizados por nuestros cuerpos, nuestro color de piel, nuestras procedencias geográficas.”
¿Hasta cuándo vamos a aceptar que las agresiones, la discriminación y los asesinatos a las personas LGBTTTI sean moneda corriente?
*Colectiva diversa y antipatriarcal.