Por Francisco Farina. Comenzaron las conversaciones entre las delegaciones de Estados Unidos y Cuba. Los temas más importantes, cómo se desarrollan y cómo continúan las negociaciones. El líder de la revolución cubana aseguró que nunca confió en Washington
Los primeros pasos
El anuncio del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, ocurrido el pasado 17 de diciembre, junto a las trabas para finalizar con el bloqueo económico y comercial contra la isla, son los disparadores para pensar el futuro del socialismo en la mayor de las Antillas.
Frente a la reapertura de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, luego de más de 50 años surge la cuestión de cómo debemos entender y analizar este hecho trascendental en la historia de ambos países. Empezamos el análisis a partir de los discursos, casi simultáneos, que pronunciaron Raúl Castro y Barack Obama en diciembre pasado como antesala de las negociaciones efectuadas la última semana.
La intervención del presidente cubano se basó en el respeto y respaldo de las concepciones políticas y principios propios, sin interés en injerencia, ni deslegitimación de Estados Unidos. Raúl Castro resaltó que los acuerdos se realizan “sin menoscabo a la independencia nacional y la autodeterminación de nuestro pueblo” y “sin renunciar a uno solo de nuestros principios”, porque Cuba se mantendrá “fiel a nuestros ideales de independencia y justicia social”. En la alocución, la reanudación de las relaciones diplomáticas simplemente fue una mención del presidente, en tanto anunciaba las negociaciones: “Al reconocer que tenemos profundas diferencias, fundamentalmente en materia de soberanía nacional, democracia, derechos humanos y política exterior, reafirmo nuestra voluntad de dialogar sobre todos esos temas”. Cuba demostró optimismo y respeto por “los progresos alcanzados en los intercambios sostenidos”, ya que “demuestran que es posible encontrar solución a muchos problemas. Como hemos repetido, debemos aprender el arte de convivir, de forma civilizada, con nuestras diferencias”.
Caso contrario fue la extensa declaración del mandatario estadounidense. El momento más cínico y falto de verdad del discurso de Obama se puede resumir en el siguiente: “Pero no dudo que persisten trabas para la libertad para los cubanos de a pie. Estados Unidos cree que ningún cubano debe enfrentar acosos, arrestos o golpizas simplemente porque ejerce el derecho universal de expresar su pensamiento, y continuaremos apoyando a la sociedad civil en ese asunto. Si bien Cuba ha hecho reformas para abrir su economía de manera gradual, continuamos creyendo que los trabajadores cubanos deben ser libres para crear sindicatos, de la misma manera que sus ciudadanos deben ser libres para participar en el proceso político”. Si corresponde buscar algún aspecto en favor de la isla en las palabras Obama fue cuando instruyó que se “revise la calificación de Cuba como un Estado que patrocina el terrorismo”. Estados Unidos no logró camuflar su esencia injerencista. Como resumen, la postura de Washington y sus futuras intenciones se condensa “en el cambio más significativo de nuestra política en más de cincuenta años”, en el que “terminaremos con un enfoque obsoleto que por décadas fracasó en promover nuestros intereses y, en cambio, comenzaremos a normalizar la relación entre los dos países”.
Aquel 17 de diciembre se llegó tras largos meses de conversaciones secretas entre los dos estados. Y es una fecha histórica por la victoria del pueblo cubano que conquistó la liberación de sus Cinco Héroes Antiterroristas, además del agotamiento de un tipo de política de la Casa Blanca hacia Cuba. Pero el dato más importante fue la demanda de Raúl Castro a levantar el bloqueo, caracterizado como el problema más importante, y la negativa de Obama, aludiendo a un posible debate en el Congreso en un futuro indefinido. Con la premisa guevarista de no confiar en el imperialismo “ni un tantico así”, podemos apresurar la reflexión de que Washington cambió su estrategia pero no su objetivo.
Las palabras de Fidel
“Muchos amigos de Cuba conocen la ejemplar conducta de nuestro pueblo, y a ellos les explico mi posición esencial en breves palabras”. Con esta frase el líder histórico de la revolución introducía las declaraciones más trascendentes en lo que respecta a los diálogos con el vecino del norte. “No confío en la política de Estados Unidos ni he intercambiado una palabra con ellos, sin que esto signifique, ni mucho menos, un rechazo a una solución pacífica de los conflictos o peligros de guerra”, sentenció en una carta dirigida a los “compañeros de la Federación Estudiantil Universitaria”, por el 70 aniversario de su ingreso a la Universidad de La Habana.
Mucho se especuló con el silencio de Fidel luego de los anuncios de diciembre. Nuevamente se sembró el fantasma de su muerte y se promocionó una conferencia de prensa internacional que el gobierno cubano se prestó a desmentir. Fidel expresó que “defender la paz es un deber de todos (…) defenderemos siempre la cooperación y la amistad con todos los pueblos del mundo y entre ellos los de nuestros adversarios políticos. Es lo que estamos reclamando para todos”. Sin medias tintas, marcó la cancha inteligentemente y advirtió, con sutileza, que no será fácil y que aún hay posibilidades de resultados negativos. El líder cubano dejó en claro “continuaré luchando hasta el último aliento” en defensa de la dignidad humana de todos los pueblos.
Conversaciones en La Habana
El miércoles y jueves de la semana pasada se realizaron en el Palacio de Convenciones de La Habana las dos primeras rondas de conversaciones en torno al restablecimiento de relaciones diplomáticas y otros temas de interés bilateral entre Washington y el gobierno cubano. Las problemáticas más importantes abordadas fueron el narcotráfico, migraciones, y los ejes referidos a las posibilidades de evitar o limitar el impacto de derrames de petróleo, gestiones de búsqueda y salvamento, casos de accidentes aéreos y marítimos, y el monitoreo de movimientos sísmicos.
A cargo de la comitiva de Estados Unidos estuvo la secretaria asistente de Estado para los Asuntos del Hemisferio Occidental, Roberta Jacobson. La delegación cubana estuvo representada por Josefina Vidal Ferreiro, quien ocupa el cargo de directora general de Estados Unidos en el Ministerio de Relaciones Exteriores de la isla.
Ambas delegaciones caracterizaron a los encuentros como “positivos” y “provechosos”. Pero sobre todo hicieron énfasis en la necesidad de continuar con las conversaciones y que en estas primeras instancias se trabaje en la metodología y en los pasos prioritarios para concretar los objetivos.
En sintonía con las palabras de Raúl Castro, Vidal se mostró optimista con las conversaciones entre las delegaciones. En conferencia de prensa expresó que confía “en un futuro mejor para nuestros países (…) Vemos como países con profundas diferencias pueden convivir civilizadamente”. “Para Cuba esto significa el respeto recíproco al sistema político, económico y social de ambos Estados, y evitar cualquier forma de injerencia en los asuntos internos, o amenazas a los elementos económicos, políticos y culturales de ambos países”, expresó la representante cubana, para luego resaltar que el fin del bloqueo comercial “será esencial para normalizar las relaciones con Estados Unidos”.
Un tema candente fue y será el referido a los derechos humanos, donde ambas partes reconocieron las profundas diferencias en la temática, aunque existe la necesidad de avanzar en el tema. A través del Ministerios de Relaciones Exteriores, Cuba manifestó nuevamente su intención de tener un dialogo respetuoso y reciproco, pero también demostrando su preocupación sobre el ejercicio de los derechos humanos en Estados Unidos. Según Vidal, una cuestión clave para avanzar será la eliminación de Cuba de la lista de estados patrocinadores del terrorismo internacional, asunto en el que Obama se comprometió a trabajar. Este asunto no es una cuestión simbólica, dado que los países involucrados en esa lista no pueden recibir financiamiento, ni préstamos internacionales.
Pero es real que, por el momento, la Casa Blanca no logra salirse de su rol de amo del mundo. En este sentido, el viernes la delegada estadounidense Roberta Jacobson realizó una reunión con algunos de los sectores de la “disidencia” de la isla (ya que hay otros en desacuerdo por las negociaciones). A fin de cuentas, fue un desayuno con apenas menos de una decena de contrarrevolucionarios -creados y financiados por Washington- con el fin de “empoderar a la sociedad civil” y torcer las decisiones del gobierno.
Mientras tanto, y a pesar de estas provocaciones, Cuba sigue demostrando su soberanía, defendiendo su autodeterminación y el carácter irrevocable de su revolución socialista.