Por María Luisa Peralta*. Se habla poco de la persecución a los gays, a pesar de que entre 5000 y 15000 fueron enviados a los campos de concentración. Mucho menos se sabe sobre qué pasaba con las lesbianas. Estas notas no pretenden ser exhaustivas, pero da una idea de la situación.
Las lesbianas no fueron perseguidas por el nazismo masivamente, como sí lo fueron los gays ni deportadas más que ocasionalmente a los campos de concentración y de exterminio. Aclaración: hay que tener en cuenta que en las décadas de 1930 y de 1940 las identidades que hoy utilizamos las personas gltb todavía se estaban constituyendo. Para los nazis, y para casi todo el mundo, “homosexuales” abarcaba a personas consideradas hombres por su anatomía, en un rango amplio que abarcaba distintas preferencias sexuales e identidades de género. Lesbianas, a su vez, también era amplio en cuanto a la identidad de género y preferencias sexuales de las personas que quedaban incluidas bajo ese nombre meramente por la anatomía.
La diferencia se debe a la forma en que la ideología nazi delineaba su “ideal” de hombres y de mujeres, y las características que en consecuencia asignaba a cada uno. Para los nazis, las mujeres eran totalmente inferiores, incapaces de autonomía, siempre necesitadas de que un hombre les diera sentido y su lugar estaba claramente en los espacios privados. Sus tareas eran “Kinder, Küche und Kirche”: los niños y las niñas, la cocina, la iglesia. Durante el nazismo los espacios público y privado estaban claramente delimitados y segregados por género. Las mujeres, confinadas a lo privado, habían sido prácticamente expulsadas del empleo asalariado, creando una dependencia económica casi total en relación a los varones, aunque durante la guerra el empleo entre las mujeres aumentó, sobre todo en trabajos mal pagos en la industria militar.
En el período de entreguerras, Alemania había visto un florecimiento de la vida gltb, tanto en una vasta red de clubes, bares, restaurantes y otros espacios que conformaban una red social amplia como en el nacimiento de las primeras organizaciones: el Comité Científico Humanitario fundado por Magnus Hirschfeld en 1897 (que congregaba sobre todo a gays por su trabajo legal y por buscar personalidades de renombre académico que los apoyaran, espacios de los que estaban excluidas las mujeres) y la Liga por los Derechos Humanos fundada en 1923 (esta sí incluía a lesbianas además de gays). Había también publicaciones de y para gays y lesbianas. El movimiento de mujeres también había crecido mucho, teniendo entre sus demandas centrales el acceso al trabajo pago. Como contracara, había organizaciones dedicadas a difamar y atacar a gays y lesbianas, en ocasiones físicamente, casi siempre con inspiración eugenista.
Cuando los nazis tomaron el poder, su objetivo fundamental en relación a los homosexuales no fue su aniquilamiento individual sino la destrucción del movimiento homosexual público y organizado, porque sus demandas emancipatorias estaban en flagrante contradicción con la ideología nazi. Pero hubo una limitación a la persecución de los individuos que emergía de la propia ideología racista: la “raza aria”, supuestamente existente y supuestamente superior, no podía estar infestada masivamente por desviados y desviadas sexuales, de manera que la propaganda sostenía que la gran mayoría de gays y lesbianas habían sido seducidos o seducidas y eran re-educables. En un cálculo que no queda claro en qué se basaba, estimaban que sólo el 2% eran “innatos” y debían ser eliminadxs. El lugar de pasividad total y de dependencia “natural” de los hombres que la ideología nazi asignaba a la mujeres fue quizás lo que más evitó la persecución a las lesbianas: reconocer su existencia en grandes números habría implicado reconocer que las mujeres eran capaces de autonomía, de deseo y de la voluntad de vivirlo en la forma de una sexualidad no procreativa (para los nazis era “sexualidad ilícita” toda actividad sexual no marital que no tuviera como objetivo primario la procreación). El ataque contra las organizaciones y contra los lugares sociales de reunión, las razzias, las detenciones, las denuncias, crearon un clima de miedo que hizo que muchxs se retiraran de la vida pública, se mudaran a exilios internos o se casaran para tratar de disimular. El movimiento de mujeres también fue muy atacado, se prohibieron sus organizaciones, se lo reprimió, destruyendo a un movimiento que había reclamado igualdad de derechos y de trato y acceso a la educación, desafiando los roles de género tradicionales. Los nazis forzaron a las mujeres a abandonar las carreras de prestigio, sus vidas profesionales y los lugares de liderazgo que algunas ocupaban. Sin embargo, a pesar de la propaganda que pretendía confinarlas en las casas, muchas trabajaron durante el Tercer Reich, pero en trabajos mal remunerados, en la industria militar y enfrentado pésimas condiciones y hostigamientos.
La destrucción del movimiento de mujeres, cuyas demandas beneficiaban a las lesbianas aunque el movimiento no hablara para nada de lesbianismo porque era demasiado tabú, y la subordinación de las organizaciones de mujeres nazis bajo el liderazgo de los varones, hizo que pareciera menos necesario perseguir a las lesbianas, ya que no se temía que urdieran un complot, como sí se temía de los gays, de quienes se pensaba que podían infiltrar y armar una conspiración en los altos círculos del nazismo.
Para los nazis, la “mujer aria” estaba destinada al casamiento y la maternidad. La propaganda exacerbaba esto porque era funcional a la política de intentar aumentar la natalidad que necesitaba el régimen para sostener su política expansionista. Las lesbianas, que en general no se casaban ni tenían hijxs, eran blanco preferencial de esta propaganda. Por eso muchas optaron por casarse, casi como un “pasar a la clandestinidad”. Las que tenían suerte, lograban casarse con gays que buscaban lo mismo que ellas: cierta cobertura.
Cuando la persecución contra los gays se intensificó, luego del asesinato de Ernst Röhm (el jefe de las SA, que era homosexual), se debatió si el Parágrafo 175 debía aplicarse también contra las lesbianas. Finalmente se decidió que no se aplicaría, pero básicamente porque lo veían poco práctico: la ideología que imponía un comportamiento viril a los hombres y otro frágil y emocional a las mujeres hacía que entre estas fueran comunes y aceptados los gestos de afecto, incluso de contacto corporal, de manera que sería muy difícil identificar cuáles actos constituían un crimen y cuáles no. Por otro lado, nunca hay que olvidar que el nazismo no fue solamente racista sino sobre todo eugenista: no sólo querían eliminar a “razas” que consideraban inferiores sino purgar su “raza aria” de personas “defectuosas” y expandir el número de “arios” puros. Por eso, volviendo al argumento de que la mayoría habría sido seducida, supuestos expertos médicos, abogados y políticos sostenían que numéricamente el peligro que suponían las lesbianas para el estado no era tan grande como el que acarreaban los gays y que además las mujeres seducidas hacia la homosexualidad no quedaban permanentemente retiradas del coito “normal” y en cambio “conservaban su utilidad en términos de política de población”. Es decir, las “arias” podían ser forzadas a reproducirse independientemente de su voluntad y servir al estado nazi en su política expansionista que necesitaba el aumento de la natalidad. Otros sostenían que “el tribadismo es un obstáculo para el desarrollo posterior de valores raciales y no puede pretender ser guardián del material genético germano”.
En 1937 Himmler promulgó un decreto de Combate Preventivo del Crimen que permitía que la policía detuviera a cualquiera que pudiera ser considerado un “asocial”, a quienes se llamaba enemigos internos de la comunidad nacional. Los factores que determinaban el rótulo tenían que ver con la capacidad para trabajar, el comportamiento reproductivo, y la necesidad de ayuda social, pero la definición era muy amplia y podía caerle a cualquiera que desafiara al poder nazi. Los blancos principales fueron los sin techo, los desempleados y desempleadas, las prostitutas, los y las homosexuales y los gitanos y las gitanas (Sinti y Roma). Este cargo era el que principalmente se usó contra las lesbianas, y en ocasiones otros eran listados en las fichas de detención en lugar de lesbianismo, como “subversión de la defensa nacional” o “sospechosa política”. De manera que es muy difícil cuantificar cuántas lesbianas fueron enviadas a los campos de concentración o de exterminio. La mayoría logró evadirlos, si estaban dispuestas a ocultarse socialmente, a armar una fachada o si no estaban en peligro por otros motivos, como ser judías o por sus actividades políticas. Las que sí fueron enviadas a los campos se supone que fueron marcadas con los triángulos negros que correspondían a la categoría de asociales. Hay quien dice que algunas llevaron los triángulos rosas y hay quien dice que jamás los usaron.
Uso el término raza entrecomillado porque biológicamente no hay ningún sustento para aplicar ese concepto a los grupos humanos y porque ideológicamente me repugna.
Estas notas rápidas se basan en Days of Masquerade. Life stories of lesbians during de Third Reich, de Claudia Schoppmann (Traducción de Allison Brown. New York: Columbia University Press, 1996) y en la introducción a The Men with the Pink Triangle escrita por Klaus Müller (Heinz Heger, The Men With the Pink Triangle. The true, life-and-dead story of homosexuals in the Nazi death camps. Traducción de David Fernbach. Los Angeles: Alyson Publications, 1994).
* Activista lesbiana que fue parte del Frente Nacional por la Ley de Identidad de Género. El artículo fue adaptado por la autora especialmente para Marcha Noticias.