Por Ricardo Gebrim*
Florestan Fernandes, uno de los más importantes sociólogos marxistas del siglo XX, nos alertaba sobre la capacidad anticipadora de nuestra clase dominante. Esta es una peculiaridad presente en tantos episodios históricos decisivos, como en la proclamación de la independencia, en la abolición de la esclavitud combinada con la “Ley de Tierras”, en la constitución de la República y en el golpe de 1964, que llegó antes de las anunciadas reformas de base. Sin hablar de la estratégica “abertura lenta, gradual y segura” al final de la dictadura militar. Sin duda, esa habilidad anticipadora es una característica que se afirma en su capacidad conspiratoria.
La semana pasada, una noticia paso casi desapercibida, limitándose a las columnas sociales. Los principales banqueros que operan en Brasil hicieron lugar en sus concurridas agendas para una cena con el ex ministro Nelson Jobim, actualmente consejero del [banco de inversiones] BTG Pactual.
No es un incidente casual. Ni la más poderosa huelga bancaria tendría fuerza para reunir tantos banqueros en un misma mesa. Crecen las articulaciones entre bastidores para apartar a Temer a partir del día 2 de enero y, a través, de elecciones indirectas, colocar a Nelson Jobim como nuevo gerente del golpe.
Es evidente que no será una jugada simple. Temer no facilitará ese movimiento. Un impeachment exigiría un largo período, trayendo incertidumbres económicas indeseables. Hasta una eventual acción del Supremo Tribunal Federal, tendría impactos arriesgados. Lo ideal para los conspiradores del “golpe dentro del golpe” es la renuncia. Debilitado por las recientes denuncias, elevarán al máximo las presiones para que Temer renuncie. Apuestan que cada vez es más fácil acorralarlo.
Necesitan realizar toda esa movilización sin amenazar la votación de la Reforma del Sistema de Seguridad Social, ofensivas contra los derechos laborales, vaciamiento del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) y de la Petrobras. O sea, no puede entorpecer la implantación del programa neoliberal que unifica el conjunto de los sectores económicos que patrocinan el golpe.
Elecciones indirectas
Así como en 1964, el golpe comienza a “devorar a sus hijos”. Esta vez, el aparato principal del Estado no son los militares. Estos, algunas veces salen haciendo “alertas” en tono de amenaza, como el caso del General Romulo Bini Pereira en el artículo publicado en el diario Estado de S. Paulo. Pero, ya no cumplen un papel central en el actual guión. Esta vez, el actor principal es el “Partido de la Lava Jato” [operación que investiga casos de corrupción en la petrolera pública, Petrobas], formado por policías federales, miembros del Ministerio Público y jueces, que pueden garantizar el “Estado de Excepción”, tan necesario para aplicar el conjunto de medidas impopulares en curso.
Un gobierno de Nelson Jobim, u otro que venga a ser elegido por las fuerzas económicas para ser escogido en “elecciones indirectas”, tendrá que apartarse de todo el desgaste acumulado en el 2016, buscando recomponer las fuerzas, desvinculándose de la imagen de corrupción, pero preparando las condiciones para la continuidad del golpe.
Es sintomático que frente todas las denuncias ofrecidas por la constructora Odebrecht, los grandes medios concentran su atención en la noticia de que “Lula se tornara acusado por quinta vez en tres operaciones diferentes”. Para el golpe cumplir su guión, precisan inhabilitar a Lula, mismo en el 2017, para que no participe en las eleciones presidenciales.
Que Florestan Fernandes nos ayude más una vez en este momento. Es preciso mantener nuestra intransigencia. Solamente las elecciones directas podrán devolver la soberanía popular. Así como los vampiros no soportan la luz, los golpistas huyen de las urnas.
*Ricardo Gebrim es de la dirección nacional de Consulta Popular. Artñiculo publicado originalmente en Brasil de Fato